miércoles, 21 de julio de 2010

6. Acerca del buen vivir

Justo ahora que decidí poner algo de música y abrir un nuevo documento en el procesador de texto, recuerdo algunos comentarios de colegas que escuché en la universidad criticando mi pésimo hábito de no referenciar nunca nada cuando escribo. –Pon referencias, fue frase recurrente por compañeros con más colmillo que yo para desarrollar ideas de forma escrita. Algunos de ellos tomaron clases de periodismo más especializadas, lo cual los ponía en ventaja; y también es cierto que desde jóvenes muchos se colaron al camino de la lucha de egos como el más cómodo para sobresalir.

No sé, toda la tarde traje en la cabeza cómo iba a iniciar esta entrega de las numeraciones, pero a la hora de la hora recordé las exigencias de algunos estudiantes con quienes compartí ideas en algún momento y pienso mucho si ellos tendrán un blog para relatar sus vicios o si ahora ven publicado –y pagado- su talento en alguna publicación de renombre.

Por las mismas fechas de esto que relato, recuerdo haber visto una exposición en el Centro de la Imagen, había un autorretrato en una de las series, cuyo nombre era el de la autorretratada e iba acompañada por un pie de foto que decía: “fulana de tal (aquí va el nombre que no intento recordar) se siente sola y angustiada porque los nombres de sus amigos empiezan a ser importantes.”

Me he sentido como esa chica de la fotografía infinidad de veces, pero no tanto por mis amigos, en realidad he llegado a sentirme así a causa de compararme siempre con desconocidos. Cuando exagero, tengo el mal hábito de reprocharme no ser suficiente para nada, ni para la causa, ni para los compañeros que he tenido, ni para mí misma. Esa sensación abona otra persona, casi criminal.

Por suerte tal actitud intercala escena conmigo misma interpretando el papel de quien sabe expresarse moderadamente bien de manera escrita y así la cosa cambia, porque me siento honesta y entono de buena gana los mejores clichés o los peores síndromes ortográficos, no importa; quizá tuvieron razón esos colegas universitarios cuando hablaban de mi poca seriedad para escribir, a lo mejor no veré mayor publicación que la de estos párrafos en mi bitácora o la de mis pequeños comunicados para la gaceta en que trabajo. Me he cuestionado si escribiré verdaderos artículos más adelante (cuestionados por su tendencia política, seguramente) y no es algo que por ahora suelte mínima prenda de realizarse. Entonces es mejor escribir desde mis fallas e ingenuidad.

Finalmente, para dar paso al ensayo que esbocé en el día, debo comentar sobre un regaño usado entre escritores y novatos, el cual me ha motivado un poco a soltar las letras sin importar el resultado. Decía algo así como: “usted no escribe por pereza”; me parece un atino haber leído ese juego, de palabras.

Durante el pasado Foro Social Mundial, una de las mesas estuvo dedicada al tema del buen vivir, varios catedráticos sostuvieron con argumentos claros la urgencia de hacer frente a esta época de capitalismo caduco erradicando en la medida de lo posible todos los hábitos de consumo en los que actualmente se desenvuelve el actor social. Existen necesidades sí, pero con el paso del tiempo, casi todas han sido puestas en la mano invisible de las macroeconomías. El mercado hoy por hoy regula la satisfacción de deseos del primer al último orden, el ser humano compra comida, vestido, educación, más trabajo del que puede realizar y si de él obtiene fruto es casi seguro que también lo invierta en valores capitales capaces de proveerlo de felicidad. Esto se ha dicho infinidad de veces, sin embargo no es por repetido menos cierto; la configuración actual de la sociedad está basada en adquirir departamentos con servicios que deben ser pagados (agua, luz, gas), transportes eficaces y mass media, básicamente usado para estar en contacto con el acontecer noticioso del momento.

Lo cierto es que ni la mitad de la población económicamente activa tiene a su alcance dinero suficiente para darse la clase de confort que menciono arriba y eso es un problema de mayor complejidad porque simultáneamente deben enfrentarse la descapitalización de unos y el enriquecimiento bruto de otros. Los recursos naturales, por otra parte, cada vez son menos, y para no ser poca cosa, no hay intención de hacer propios los productos hechos en casa; a esos sólo se les contempla como buenos souvenirs o recuerditos autóctonos que impiden a otros sectores de la población involucrarse de lleno al gran mercado. ¿En dónde pues quedan esos sueños?

El sujeto está limitado a comprar bienestar, fantasmas de progreso y ocio, mientras tanto su capacidad de producción, más allá de la que responde al sistema para el cual trabaja (y casi siempre es explotado), queda reducida a nada. Oficios artesanales, procesos creativos y actividades culturales sencillas quedan abandonadas para otro mejor momento, posible cuando el trabajador no esté cansado, francamente improbable.

Sobre el asunto del transporte, la reflexión es breve, porque me queda claro que quien no esté perdido en el tráfico, seguramente está frente a su monitor y teclado.

Corresponde el turno a la tecnología y la voracidad mediática, los corazones hipertecnificados, el auge de la noticia en vivo, el boom de las redes sociales, el avasallante 2.0 (lejos todavía del 3.0 a falta de filólogos y semióticos de los de antes, creo yo) y agregaría, la insoportable urgencia del RT.

Ocurrió recientemente que la red social denominada twitter dio de alta extensas bases de datos con todas las anotaciones de sus usuarios para la biblioteca del congreso en Estados Unidos. Para entonces cada quien se hizo a la idea que mejor le convino sobre el paradero de sus flamantes ideas escritas en 140 golpes. El asunto pareció no incomodar a varios, sin embargo no faltaron críticas extensas sobre la monopolización de las ideas y el aislamiento característico de esta marca de microblog. Porque ante todo twitter es una marca, como Coca-cola Company, Microsoft, la que se piense…


2 comentarios:

  1. Recuerdo haber escrito esto después de las primeras epístolas con Carlos. El último pensamiento del día vuelve a ser ¿cómo andará?

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  2. Bueno, y yo concluyo que luego no hacen falta poner los referentes, cuando el referente eres tú. :P

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