jueves, 24 de noviembre de 2011

Un mundo maravilloso

Los recuerdos se van activando de pronto, las espirales se retuercen y la psicodelia del flashback me reclama cosas que no comprendo.

El espíritu críptico de lo privado se extiende entre melodías de hace dos décadas, me maquillo los ojos con demasiado delinador, noto algunas primeras arrugas y sigo recurriendo a los colores oscuros.

Hay momentos bien felices estos días,  los pretextos se me acumulan. Luego abro la regadera que tanto tardé en elegir y ahí están las memorias de mis diecisiete, de mis veintitrés, de mis nueve, quizá nada más. La tesis de Von Trier algo sostenía sobre la corrupción de lo femenino; brujas,  presencias demoniacas, invocaciones  del placer negado y otras metáforas tan lúdicas desbaratan a gusto y antojo estas cadenas de significantes. Lo mismo esos fractales marca David Lynch, lo mismo las otras películas de infancia.  Me hago perseguir de letras y sueños raros, el mundo me viene valiendo madres, ahora no cuento con el cinismo necesario para aplastar moscas. Nenita blandengue, vaya. ¿Y sabes? Estoy cómoda con eso, con el centenar de cedés que tiré a la basura, con mis pesadillas de volar sin zapatos sobre la playa contando estrellas, con mis niveles de eficiente neurosis burocratizada y los primeros indicios de integrarme al mundo. Empiezo a creer que tendré muchos días para acomodar los libros tarareando música feliz y edredones nuevos y nuevas idas al cine y nuevos helados.

Me sorprende esta ternura empaquetada al alto vacío, es casi perfecta.
Programo mañanas intoxicadas de humanidad pero terriblemente azules, voy haciendo las paces con el frío, hasta eso ha sido sencillo.  La memoria me regala episodios violentos, de mientras armo aquellas imágenes de escuincla renegada con sus faldas y fajes de secundaria; pienso en las manos de los hombres que he querido en menor o asesina escala más sus múltiples fallas y otros dividendos...



jueves, 17 de noviembre de 2011

¿Sueñan los neoliberales con el Poema de Gilgamesh?

A veces me gusta pensar que la gente se sienta a escribir cartas y corre con prisa a buscar sellos postales y timbres; también imagino que en otro particular lugar del mundo los destinatarios abren los sobres, me gusta pensar qué noticias leen amantes, piratas, astronautas, cabos de la milicia, contadores públicos; me gusta pensar en la correspondencia. 

Pierdo mucho tiempo en imaginar cosas que no debo, soy muy necia para visualizar a las personas felices, entregadas a sus oficios, a sus bordados y cosechas, a sus diseños virtuales, hermenéuticas y aerodinámicas. Suelo desviar la atención y la fé, haciendo todo tipo de elaboraciones intelectuales para suponer que hay personas interesadas en preparar café y compartirlo en la cama muy temprano con otra gente que quizá ni conozca pero crea su igual. Repaso si otros seres humanos se dan los buenos días, las buenas noches, el buen camino.

A veces hasta pienso en ese camarada que practicaba el oficio de recitar poesía de puerta en puerta y por encargo.

Me pregunto si los demás aman, vaya, si realmente es posible o es mejor idea quedarse con la premisa del invento en el siglo nueve, me pregunto si en algún lugar no importa qué tan remoto, dos seres no piensan sino en encontrarse para pellizcarse los cachetes, para comerse la luna, para ponerse tan borrachos que no sea posible articular idea coherente. Pienso si dos o tres o cinco o diez personas tienen por urgencia besarse, humedecerse, hacerse el amor como si fuera el fin del puto mundo.

Supongo que no. No hay urgencia por entregar recaditos a la secretaria, ni sorpresas de ocasión, ni espaldas desnudas leyéndose los poros. 

El correo electrónico me manda algún anuncio de aerolíneas que no voy a ocupar, la mañana toca su sinfonía de cotidianos y sin sabores, las mentiras con que habremos de mirarnos las caras caen casi por encargo. Miro llegar el invierno con más simples y más honestos melodramas.

Felices días Benetton. UNHATE.


lunes, 14 de noviembre de 2011

Dos silencios

Hay dos tipos de silencio: el primero se usa un tanto para mirar a través del otro, no interrumpir y contemplar más allá de la nariz, sirve para ir de paseo en esos camiones que tanto contaminan mientras suena un huapango y uno deja sentir dentro el efecto de un vaso de pulque a las diez de la mañana, sirve para sonreir y tomar helado de moras, de piña, de chocolate; sirve para encontrarse en la montaña, en insurgentes sur, a la salida del metro o en la entrada de un estado policiaco. Sirve para hacer café temprano, es decir, sirve para sonreir con un poco de calor en las entrañas, también sirve para coger, en todo caso y en ese verbo, los cuerpos son los que suelen decirse de cosas.

Este primer tipo de silencio sirve para crear, trabajar y delimitar el espacio que hay en uno habitando el espacio del universo. Algunas personas que se las dan de muy sabias -marakames, dalai lamas, astronautas, etecé- se empeñan en contagiar al puto mundo con este silencio. Yo creo que no hacer ruido, callar, ejercer silencio soberano cultiva desde bien abajo las complicidades en un acto subversivo y ejemplar. 

El segundo tipo de silencio sirve principalmente para huir, con el argumento que quiera decirse en algún extraño sinónimo de cobardía-ego-dolor, este silencio todo destruye,  siempre jode y es -por demás- irreparable.

Andamos duales, caray. Saludos desde la redacción. 




jueves, 10 de noviembre de 2011

Paro nacional

¡Arriba Bogotá, Medellín, Manizales, Neiva, Quindío, Bucaramanga, Tunja, Sucre, Santander! Repudio total a la reforma de la Ley 30. Universidad pública y gratuita para toda América Latina.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Paralelas y transversales

Condesa, nuestro amor se rige por el Teorema de Thales: cuando estamos horizontales y paralelos, las transversales de la pasión nos atraviesan y nuestros segmentos correspondientes resultan maravillosamente proporcionales.
LES LUTHIERS

jueves, 3 de noviembre de 2011

Conjunto vacío

Cuando la tierra se rompa y miremos pasar por debajo de nuestras conciencias el fuego, los gemidos de la gente que enloquece y las dedicatorias incorrespondidas que licencian pendejos en ciencia y teología, habremos envejecido. Lloverán lava y cenizas, y con ellas los mundos que dejamos pasar cuando fuimos mejores, los insominos que no germinamos para desnudar el amanecer con nuestras miserias. La melancolía hara implosión de recuerdos.

Veremos partir los terremotos, las olas firmando la amnistía de lo convenido. El planeta, su paz mundial de la mierda, las faltas de ortografía que solemos cometer, digamos, en la vida. Creo que esta amnesia de rencores por fin nos dejará mudos, en los huesos, amor. En la nada.