lunes, 8 de agosto de 2016

El asunto del doble galope

Es así que ahora salimos a buscarnos tras el café de la mañana y el dolor se queda amontonado con la ropa sin doblar y la ira debajo del colchón deslavada por el sudor de noches y noches. Pides el ascensor con tu siempre aire de playa en la frente y nariz. Recojo el bolso y la bufanda recién estampada de sueños cumplidos. Nos vamos. Ahora sé que puedo replegarme a doblar papelitos, a inventarnos mañanas, a pensarte de tres veces a veinte, mientras recuerdo tu respiración de acordeón y la fotografía de Muybridge que cuelga de tu pecho; los cuerpos tendidos a la espera del fin del mundo, a la espera de la lluvia de las 16:43, un estado del tiempo terco y mojado que me alcanza solo para verte y verte.