martes, 26 de enero de 2016

Manifiestos pendientes

Lista de las personas en las que debería confiar menos y lista de las personas en las que debería confiar más, manifiesto:

Fluye mil veces.

Y cuando decidas desmoronarte piensa dos veces si es necesario desmoronarte.

Y cuando decidas violentarte decide si vale la pena dejar una estela de violencia tras de ti o involucrar a otros en esa estela de violencia tras de ti.

Si quieres que hablemos de ti porque tu ego así lo demanda, hablemos de tu ego y sus peticiones pues.

Necesitamos de ti que seas tiernx cuando ternura signifique confianza absoluta.

Necesitamos de ti que cuides cuando cuidado mutuo signifique no cortarnos las alas entre nosotros.


sábado, 23 de enero de 2016

conaprejele


            * * *

vamos a mirarnos como cerros
hasta que nos broten flores

igual y nos asustamos
de los más recientes acontecimientos
en breve

pero ahora siento:

una ballena
respirándome en el pubis

un despegar de cohetes

un tren bala de mi frente al sur
que va a desbarrancarse

gravitaciones
soledades programadas
ganas locas de seguir gritando

se me ondula el cuerpo como río
o más bien como bandera negra

creo que tengo dos corazones
y los dejaste durmiendo
como críos a mi costado








domingo, 17 de enero de 2016

Sobre el misterioso naranjal (uno)

David Bowie requiescat in pace.  


En la playa había un naranjo.

1. Deberes
Tuve que pagar un boleto de autobús para abordarlo tras media hora de espera, tuve que mear en el cubículo del fondo aguantándome la vergüenza, tuve que ahorrarme unos pesos y pasar de largo un puesto de pan en San Lázaro, tuve que cruzar el torniquete sin brincarme.

Omití que mi madre fue a no se cuál paseo y de tal lugar me trajo dos frascos de conservas, uno de salsa picante con durazno otro de chimichurri mexicano, los eché a la bolsa. Un zapato del museo de los duendes, lo eché a la bolsa.  Un jarabe para la tos para un novio que tuve, lo eché a la bolsa.

En San Lázaro giré la mochila para echarla al hombro y el frasco de chimichurri salió volando, la mitad en el piso ahí se quedó, la mitad del frasco llegó a casa, entonces sumamos que tuve que soportar otra vergüenza relacionada a mis viajes en camión.

Estoy pensando en conseguir un auto.

Tuve que llegar a casa,  tuve que lavar los trastes del viernes, tuve que lavarme dos pantalones para la semana. Tuve que sacudir los muebles, barrer y trapear.

Sigo pensando que la cocina necesita ventanas.

Tengo muy poco dinero. Me he conseguido un empleo de medio tiempo porque así de corta quiero que sea mi responsabilidad al menos unos meses.

Tuve que reportarme con el pasado. Después de dos años el exnovio comenta que el domigo pasa por sus cosas a mi departamento. Primero no quiero y cinco minutos después le pongo al whatsapp perdón, creo que está de veras bien que vengas por tus cosas.

Abrazo.

2. Permito y no permito
Es cierto que cada día escribo peor, pero tampoco hago mucho para remediarlo.
Quería escribirle un rock & roll a chopa.

Algo como que tiene los ojitos majos.

Majo el otro día en Oaxaca.
Majo tu scotch y cigarrotes.

Algo pero ya no lo recuerdo.

3. Imagen total.
Guardo conmigo asombros y reflexiones profundas sobre el naranjo de la playa, pero no puedo ponerlas aquí, ahora.

Habría sido perfecto llegar y escribir así como así del árbol y sus compañeros árboles, pero no podía brincarme el ritual neurótico de limpiar la casa en domingo, ni la estructura.









domingo, 10 de enero de 2016

012016

Enero es un puñado imaginario de estrellas en las bolsas y los torsos desnudos con que insistimos.

Es el amor que no puedo darte y especialmente el llanto bobo a casi todas horas;
el siguiente té para la panza, las comidas necias de domingo,
obligarse a estar de algún modo.

Enero es prisa inútil y pintura de puros gestos, es buscar un jazz poco concurrido
para destacarse entre adultos y opacar poquito la ignorancia.

Enero es llamarnos de una buena vez como se debe.

Es la no menos incómoda sensación de estar conectados entre dos, entre cuatro y veinte,
y que al concluir el mes descubramos cuánto hemos desaprovechado.

Todo ese talento por la borda.

Enero es el recordatorio de lo que salió mal. Es repetírselo a oscuras, frente a muchos bastidores,
es preguntarme qué falló cuando abro el refri o miro a mis sobrinos
o tengo frío en esa cama que siempre me resulta tan ancha.

Enero es repasar las habitaciones,
ir apagando luces,

darme por vencida

y transitar
los días

como un ciego.


lunes, 4 de enero de 2016

Capacidad de viajar

Los viajes necesitan ser profundos, un poquito aunque sea. Aquellos paseos que se emprenden por algún quehacer o diligencia no cuentan. No me son suficiente. 

Pero entonces soñaba que alguien me invitaba a viajar, o que literalmente te aparecías por mi casa con muchas semillas y un itacate de jitomates para decirme: “¿y vos te acuerdas de ese sueño loco? Pues vámonos o qué”. 

Y no sucedió. Aquella distopía de voltear a todas partes y solo ver jitomates gigantes sobre una plasta de azules sinceros se fue pasando de madurito. Hasta que murió. 

Luego vinieron rencores y desencuentros. Tragedias comunes. 

Me asomaba de cuando en vez al calendario que ya iba palideciendo, casi no hablaba. Sufría fuertes temblores de hojas y para hacerse el moribundo se le fueron arrancando los días con la desazón de no volverte a mirar. 

Mirar de veras, con el nombre entero. 

Ya no pasó.

Abril llegó con quemaduras de tercer grado. La piel ardía y el espíritu más. Las peleas por las plantas marchitaron toda intención a la redonda, la última primavera conocida. Yo, por ejemplo, quemé mi casa, con los libros adentro y el amor de tantos años. 

Es tiempo en que puedo afirmar que tanta payasada no es para mí. A estas alturas a duras penas me entiendo con la soledad y los desconocidos. 

Con otros rotos, otros nómadas, otros sordos. Siempre los otros. 

Los otros perdidos y sus respectivas pérdidas y descolores, que te plantan en costado del cuerpo cierto desasosiego mayor: 

      volver a vivir.