viernes, 30 de septiembre de 2011

Itinerario

Llegar a ti temprano con urgencia de ambulancia, de intervención quirúrgica incrustada en el beat de la soledad. De contado, sin retribuciones a largo plazo, sonrisas de por medio del por fin en casa. Desplegar maquetas, urdir los planos, inventar instrucciones; hacernos de plantas, de varilla y tabique.

Reinventar tus juegos y zurcir tu pasado sin preguntar cómo con quién en dónde pues es prioridad este asunto de platicarte el cielo y moldear las formas del presente arcilla.

Puedes venir a preguntar por ti, por quién eras entonces, por tu inquietud de gato, por tus máscaras de jaguar y otros asombros. Intentaré guardar esta memoria en tiempo supernova encontrando otras maneras de morir tus precipicios.

Amor, el amor transita a la velocidad de un tren viejo y atraviesa el sueño del mundo, despliega un manifiesto sobre la cautela y gracia de tu espasmo. Porque aún no nos conocemos, porque no sé a qué sabes detrás de las orejas. Porque a estas fechas tengo particular interés en hacer colección taxonómica de tus días soleados para darle cara a la guerra común de lo cotidiano y sus bombas de rutina y sus atentados terroristas de hastío, y sus acuartelamientos en corazones que bien parecen casas de seguridad con sus interrogatorios kagebé, efebeí, y ojalá nada más.

Morir mañana, renacer temprano, preparar estas líneas y desayuno. Siempre extraño de ti cosas indescifrables.

Que sepas que aquí estoy con vos, en ti.

Contigo.

jueves, 22 de septiembre de 2011

69

La primera noche que vi a un hombre desnudo bailando fue en un antro gay de mal agüero muy cercano a Garibaldi, el 69. Aquella vez el tiempo se nos iba discutiendo a lo pendejo si la vida era aburrida o no. Yo decía que sí mientras un latinoamericanista de la UNAM sostenía que no y el chino también decía que no, que todo muy pinche divertido, una odisea muy corta para desperdiciarse y todo ese lujo optimista que nunca ha cuadrado bien conmigo. Para mí la vida es larga y aburrida; uno se las tiene que arreglar para más o menos construírsela interesante, pa la banda o para los padres -la más común- y ya en últimas para sí mismo.

Salimos muy borrachos de ese tugurio, a eso de las cinco de la mañana, además salimos robados, apenas con lana para otras chelas que nos rematamos en un cuarto al lado del Río de la Plata. El clásico departamento de un hippie que se queja porque Heidegger era nazi. Me molestaba ese tipo, quería acostarse conmigo, lo había insinuado desde el 69; fue que le llamé al otro compa para que hablara de la vida aburrida y medio me lo quitara de encima. Horas más tarde en su depa el sobrado neopendejo se llevó a la cama a otra morra más ebria que yo.

Para entonces eran las siete, ya todos dormidos, excepto el chino y yo poniendo canciones de borrachos, así nada más. Acordamos escuchar Latinoamérica de Calle 13 y luego salirnos de la vecindad. Nos quedamos un par de minutos muy abrazados, como si fuera lo único posible con esa clase de borrachera, sin insinuaciones ni besos ni fajes ni nada, sólo abrazados como protegidos de un mundo culero.

Pensé que de esa forma abrazaba un ser humano que estuvo preso una temporada. Asumí que no necesitaba más, ni seguir perdiendo el tiempo en cantinas, ni exponiéndome a lo bien pendejo. Fue ese amanecer, estoy segura. Algo en las entrañas venía a ponerme límite, de menos a decirme que ya no quería pasarla mal. Comprendí que uno llora porque sabe que otro va a soportarle el llanto y quizá nada, sólo eso y nada.

lunes, 19 de septiembre de 2011

...

Partamos la certeza en mil pedazos, en mil bienvenidas que repartir entre ciegos. No hay nada. Un vacío de septiembre, algún mensaje colgado en mis caminatas de mercado, el olor a carne cruda, las mejillas frías. Siempre me recuerdo mucho tus manos heladas, brillosas, tus uñas descuidadas. No sé por qué, pero guardé cada náusea de no despertarte, cada temblor de manos sobradas en la imposibilidad de formularte nuevas y bien distintas ecuaciones que inscribir en tu espalda. Me pareces una habitación a oscuras que voy tentando sin pista tuya. Tampoco sé por qué la gente viene a contarme cosas de tus ojos. ¿Hace cuánto no me sabes? Sumé. Los días son largos, no llevan la cuenta de estas faltas y mis propios bienintencionados intentos. Hice inventario de todas estas horas que llevo persiguiéndote a lo muy miserable. Las caminatas se me están haciendo angostas, temo mucho que encuentres mi cara de espanto. Tú, mi quién sabe cuándo. No sabía que conservaba este talento para vaciarme en convulsas líneas como trazando direcciones de red de transporte colectivo metro que no llevan a ninguna parte. Traje para ti una palabra desnuda, una nada más -quizá- la primera.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Lisboa

Ainda não perdemos nossas esperanças

Quizá un último viaje sea necesario para volcar toda esta locura.


Como se cada beijo
fora de despedida,
minha Cloe, beijemo-nos, amando.
Talvez que já nos toque
no ombro a mão, que chama
à barca que não vem senão vazia;
e que no mesmo feixe
ata o que mútuos fomos
e a alheia soma universal da vida.
F. PESSOA

Hay barcos que no miran tierra, perdidos van entre niebla y alga. Sudor de maderas húmedas.

-Si abriéramos a las personas adentro tendrían paisajes, pero si me abrieran a mí guardaría una playa. -Agnès Varda.

El mar no tiene para nosotros testigos ni biologías que expresen mírame aquí, comencé de nuevo, pero más pero menos pero siempre yo pero sincero. Así el tacto resbala y la memoria juega sus mejores engaños. Quién sabe qué nombre desvanece esa ola, tiempos incrustados, poros, arena.

Océanos que son de sueños y edredones. Mientras no hay puerto y lo único que nos bien aguarda son todas aquellas luces y montajes de dos o tres fulanos que para filmar corrieron con mucha suerte.

La mañana no existe en el repaso quieto de la tibieza. Las flores se cierran, el pensamiento transatlántico se inunda de peores contradicciones. Y qué más da. Sálvenos Wenders tu reino, no nos hagas el corazón de piedra y palo, hágase el amor en la luna mientras abajo con nuestras soledades va subiendo la marea. Floten naves y escotillas otra noche por si acaso fueran a quemarse. Imaginemos un poco más cómo sería robar todas esas posibilidades.