jueves, 21 de junio de 2012

Consideraciones del espanto

Documentó la Revista Contralínea que Tatic murió poco a poco, "su respiración se fue escuchando cada vez menos hasta detenerse, sin ningún dolor, sin sufrimiento. Así se fue la mañana del 24 de enero, después de estar enfermo desde hacía varias semanas". Arriba un cielo azul permite enfocar decenas de papalotes rojos elevándose por los encuentros desencontrados, por el miedo que abre sus fauces y sopla fuerte, por las palabras mentiras que deben volar. Los de más abajo sufren transmutaciones de todo tipo, la piel se les fue poniendo tortuga entre tanto silencio, los caparazones brotaron de las espaldas, un tzolkin en cada uno se dibujó. 

Bellísimas tortugas.

Algunos corazones empezaron a latir, desacostumbrados a escuchar la angustia y esa lluvia de lágrimas que a veces necesita regar la tierra para permitir -sobre todo permitir- en su sagrada valentía el surgimiento de las cosas. 

Las plantitas.

Los sobrinos.

Es evidente que dos amantes que ya no se quieren un día se despedirán, quizá los muy afortunados después de cincuenta y seis años como mis abuelos, otros se verán en las barricadas, otros casi todos cruzarán la calle, darán vuelta a la esquina, agarrarán cada cual su vagón de veinte o treinta años. La dictadura del cambio colgará sus banderas negras con esos letreros vanguardistas que dicen "es que hemos cambiado tanto en tan poco tiempo".

La galaxia se retuerce.

Y no son necesarias conspiraciones de ningún tipo aunque yo espere que don Jesús Olmos viva; porque todo puede vivir pero en dónde (y con quién) (y haciendo qué) (y con cuáles intenciones). 

El fuego que otras veces ha destruido todo, la muerte que otras veces ha destruido todo, aparece y le reconozco. Quizá el amor de los padres de mi padre pueda ser nuevamente así como ellos lo recuerdan, mientras tanto nadie tiene disposición para nuevos funerales y trato, en lo que cabe, de guardar un espíritu tranquilo.

1 comentario:

  1. Me dijeron hace un tiempo que la muerte de Samuel Ruiz es la prueba irrefutable de que dios no existe, y si existe, nos odia: nos deja a Ratzinger Z y al Onésimo mientras se lo lleva a él.
    La dictadura del cambio. Tienen tanta sabia verdad sus palabras. Espero asistir a más nacimientos que funerales. Beso.

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