lunes, 30 de julio de 2012

Too late



Hoy no vino mi compañerito de oficina a trabajar, tengo una cueva -laboral- de pocos metros cuadrados, cuya ubicación en el mundo entero, aquí en el Distrito Federal, logra generarle apariencia espaciosa. Pero bien podría ser que no, que en el fondo esté encerrada en un primer piso, a solas con mis pensamientos y audífonos y canciones y esclavitudes y blog.

Lo disfruto, doy señas de eso, escribo.

Es que en el metro, en la clase de idioma, en los cafecitos casuales y rimbombantes festivales cinematográficos uno está acompañado. Ahora también podría decir que estoy acompañada de los tuiteros pocamadre o de mis contactos en línea gtalk, pero me refiero a la cosa física; en solitario me siento muy cómoda hoy.

Desperté con ganas de viajar a la playa, a eso de las seis de la mañana; clarearon los pensamientos, el café reveló el progreso del deseo: necesito salir de la ciudad. 

Y pensé en Maruata.

Es decir, ¿tú crees?

También dediqué un momento a pensar sesudamente si este blog aún cuenta con asiduos lectores, si a alguien le apetece venir a leer mis babosadas.

Programaré el trayecto hacia finales de octubre, cada vez soy más respetuosa con la agenda, con las horas, hasta podría decirse que hay disciplina temporal en  mi vida. Quiero llegar a Maruata y quedarme de frente un buen rato sintiendo la brisa salada arderme la cara.

Me lo debo, me lo debes. 

Y pues cuando no hay para pagar las facturas por lo menos hay que tener  prudencia de no hacer más grandes las deudas. Dicen.

Me he cuestionado sobre esta supuesta necesidad, seguro se trata de un berrinche burgués y hay que alinearse con el espíritu de la época que a estos días es de:

1. Caries mental
2. Represión y violencia


Espero no hacerme pendeja e inventarme ese espacio-tiempo en el calendario. 






No hay comentarios:

Publicar un comentario