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Desde hace un par de semanas
esta tarde de sábado para ser más precisa
un epifanía de ternura recorre la casa,
intento dormir y no puedo
ahí está la vida en la mecedora de la abuela
lanzando su hechizo
las vísceras crujen
el cielo se nubla
la metáfora perfecta para otro poema inútil
sale a relucir
y el cuerpo se crispa
quiero salir sin espantar a las plantas
ensuciar la existencia con el smog de la calle
y toparme con nuevos latidos
confundidos y apesadumbrados como el mío
todavía me acuerdo de hace dos años
el día en que por azar perdí lo que no tuve
hacía este mismo calor gris de mayo
y yo tenía más plantas regadas en lugares ajenos
a los que nunca logré pertenecer y adaptarme
y quizá es por eso que ahora
debo limitarme a recorrer más horas en silencio,
ese estatuto tan distinto de no hablar, callarse
no decir y si es posible tampoco pensar.
Decía que una revelación se asoma
en lenguaje y cuerpo oculto, pero entiendo:
no puedo apartarme
huir
abandonar
la propia tarea de de vivir.
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