martes, 8 de mayo de 2018

Breviarios de la propia felicidad

(Una mañana nublada de mayo) 

Soy la primera en despertar en una cama para dos que es compartida además del partenaire con un gato. Bueno, es una gatita negra. Son las 7:45 y decido no juzgarme por mi nula capacidad de iniciar el día temprano. Hay personas que a esa hora ya hicieron desayuno y yoga, yo a esa hora quiero morir. Estoy segura de poder asumir esa responsabilidad: morir. Lo estoy doblemente porque E anoche me tranquilizaba. Si pasa algo de veras grave puedo contar con él, asegura. Entonces la mañana nos echó encima luces bellas. Desperté a E para que no perdiera la cita con la dentista. Fui en modo zombie a la cocina para darle comida a la gata. Le miré esa carita de ternura y sabotaje y me así con ese gesto a la idea de una familia. Estos tres que somos, pensé. Improbable regresar a la cama. Emma va más guapo cada día al trabajo, terminó de despertarme con besos suaves y abrazos. No hay tiempo para desayuno juntos, sé que mi deber más inmediato es llevarme arrastras de a la regadera. Pero la dentista cancela; Emmanuel me ha avisado desde la cocina. Medio minuto después llega a la cama nuevamente. Son las 8:45 de una mañana nublada de mayo, la gata pasea en la sala. Nos metemos debajo del edredón para acariciarnos con confianza y gozo, el mundo afuera. 

Soy irremediablemente feliz.