I
¿Qué entiende uno de la tierra tecleando a velocidad expresa bajo las balastras y su inmisericorde luz blanca atrapamoscas? Supongo que no mucho pero suponer sale más caro que expresarse con datos en las manos, así que por economía básica resulta más conveniente volcarse abajo un poco, del lado de los recuerdos para descubrir –con suma decepción- que a estas alturas de ya no sé cuál periodo histórico es atípico presentarte a una junta laboral sin zapatos.
Me cuesta la tierra, me llama, sin vagos ambientalismos soy de Ella; me calla su memoria ilustre, quizá porque jalar un hilo y conducirse por él revela siempre un origen terrible, ajustado a la palabrería histórica o mítica, pero terrible. Igual pasa cuando se jala un pelo encontrado en la coladera del baño.
No sé a dónde me lleva o si me lleva, la avanzo audaz y terca, pero nunca falta su deslave de lluvia reciente ni sus polvaredas; a la mañana siguiente la arena es arena estacionada en su bahía, más revuelta. Sin pista.
II
Quiero saber si estamos listos para el amor. Hablo de no volver a ser esclavos, ni pagarnos feudos o gastarnos en el almacén de raya; ni ofrecernos en exclusivo el equiparable temerario de la plusvalía. Digo que quiero saber cuándo los seres humanos no habremos de explotarnos hasta construir una franquicia del deseo ISO 9000 donde estaba el río y las humedades de los cuerpos, o donde había un páramo que hacía sombra a las caricias sin rumbo. Temo un no por respuesta, no estamos preparados. No es la razón lo que conduce la historia como puntualizó Hegel, sino las fuerzas del hombre, especialmente, del trabajo humano. Trabajémonos entonces cara a cara, en horizontal y desde el centro, a pesar del latifundio y la expropiación de lo inmediato.
III
Alguna noche Jacinta y Darío se las arreglaron para pasar las horas juntos. Ellos, en su fantasía y en el rigor ineludible de la primera juventud, no se truquearon el gusto mutuo con cuentos de hadas. Él se limitó a preguntarle si tenía objeción en que cada uno estuviera simultáneamente con otras personas. Ella se miraba al espejo del baño poniendo atención en el rubor de sus labios; le dijo que no se acostara con otras mientras tanto. Él la tomó de la cintura, al abrazarla sólo quedó una sombra tendida en los azulejos verdes.
IV
Después de valorar dos opciones, una en el Estado de México y la otra en el estado de Hidalgo, el 22 de octubre de 2001 la Secretaría de Comunicaciones y Transportes anunció la decisión de construir un aeropuerto en la primera. A partir de ese hecho se emitió un decreto presidencial que expropiaba 4,550 hectáreas ejidales, por las que se pagarían alrededor de siete pesos el metro cuadrado. Ello afectaba principalmente a las tierras de los ejidatarios de San Salvador Atenco, Texcoco, quienes a partir del dos de noviembre del mismo año iniciaron una batalla legal impugnando ante los tribunales federales la expropiación…
V
Se defiende la convicción que uno se planteó con tanto esmero, se defiende lo que se tiene porque es lo que hay, con lo que hubo y con lo que habrá si alguien antes no viene y nos lo arrebata de las manos. Y hay que escarbarse las entrañas y cada rincón de la memoria para no olvidarse, para sembrar al menos una certeza y sostenerla entre las manos con dignidad y rabia. Mucho de mí, a estas casi seis de la tarde, siente eso: dignidad implacable de lágrimas, la frente en alto respecto a lo que ya se hizo, la rabia en el corazón ardiendo para levantarse.
Nada sé decir de la tierra pero llega el día en que uno voltea y descubre en el suelo un rostro formado en el lodo que se parece al mismo. Y no da miedo el canto y no da miedo baile.