miércoles, 1 de septiembre de 2010

Las estrellas, mi destino

Apenas creo que esta bitácora cumpla nueve meses, me suena a mucho tiempo para alguien que suele abandonar sus proyectos a las primeras de cambio y no mantiene demasiada constancia de objeto.

He escrito aquí mi muy querido diario, esta cloaca se ha configurado como un verdadero desagüe de los sueños que no se están quietos en la almohada y me celebro la facultad descubierta para no taparme la cara como suelo hacerlo para esconder los muchos vericuetos sucedidos de enero a la fecha. Por el contrario me he sincerado un poco más, conmigo y estos asuntos, los cuales habrían terminado por enloquecerme desde hace tiempo en caso de no haber sido plasmados acá.

Un viejo amigo me dijo un día que pensaba demasiado y es cierto, mi neurosis suele abarcar -diría otro amigo- la saudade y el spleen y próximamente el autismo, al menor descuido. Inicia septiembre y en veintidós días el otoño de este lado del hemisferio, es tiempo de cosechar; varios cambios han sucedido en lo que va del 2010 -sutiles y vertiginosos- hay otros que cobraron vida en cuestión de semanas o minutos, y no sé. Hay un grito de libertad gestándose en el fondo y llegó la hora de abordarlo sin escalas. Siempre es ésta mi temporada favorita de cada año, porque abandono un poco mi estado caótico y aprehensivo para dar cauce a la contemplación y al hallazgo, es casi un ritual, un vuelo de aves para concluir la estación llena de vida y gozo, pues de eso y no de otra cosa debe tratarse este show.

Soy atea, mi inestabilidad emocional a veces se acompaña de la falta de ilusión teológica que no me permite excusarme en dios para justificar mis pendientes, pero este tiempo siempre me permite reconciliarme con algo en mí y allá voy. Es momento de hacer una pausa, tomar aire y saltar del risco, estoy emocionada.

Mi cita conmigo y con todos mis yoes -risas- exige puntualidad, honestidad cabal y silencio, sólo ésas tres cosas, hallar en el camino implica muchos otros valores, pero ante todo estos que menciono, en mi caso. También se trata de una especie de guerra donde cae lo que debe caer sin restricciones para formularse nuevamente, un colador, una apuesta, un estuche de cristal que se fractura conforme el mes cede y despierta un aquelarre muy sabroso de verdades rudas, fantasmas visitantes de otros mundos para dialogar y vivirse un rato, sobre todo se trata de mí ajustada a un ritmo por demás placentero y esperado. Hasta pronto, viajeros. En cuanto regrese ya les cuento.

2 comentarios:

  1. No soy atea, sí agnóstica. Que al final, es igual o casi pior: carezco de dios para justificarme o justificar cualquier cosa; mientras que dios o la divinidad son para mí una pregunta eterna (una más de los cientos). Pero como dice el Eclesiastés, hay un tiempo para todo bajo el sol.
    Creo que tu entrada me ayudará a soportar estas semanas de cielo gris. Sí, el otoño es en cierto modo más "íntimo". Besos.

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  2. Pues ya ves, llegó el otoño con frutos y oportunidades preciosas. Mucho éxito para ti y buen viaje, viajera.

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