domingo, 12 de diciembre de 2010

Fin del tiempo conocido

A la mañana siguiente debería decir al deseo siguiente en su mar gris claro, salpicado en su vuelco de salitre. Debería decir hay un manto de mentiras que desde arriba sueltan algo de brisa en pequeños copos dispuestos a refugiarse en la piel cuarteada de recuerdos riéndose a huracanes.

Es mejor que el mundo conocido nunca cuente con nosotros ni cuente con la boca las nomenclaturas de las casas. Los perros ciegos prefieren escuchar las olas mientras parpadean con cuidado los ojos marinos porque azules y se amontonan tiernos unos sobre otros.

Despertamos, estábamos ahí...

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