De lo perdido lo que aparezca, singularmente no tengo nada que escribir ni hermosas imágenes digitales, las violetas que recién puse en el ventanal amanecieron quebradas de frío. Es que no puede ser. Recibimos envíos del cerro, tamales verdes que prepara la viejita de Don Sabino. A estas fechas más de ochocientos huichos se fueron al peritaje y nunca en la historia fueron tantos. El invierno en la sierra avanza, explora nuestros confines, las decepciones, los rencores. El abuelo fuego da aviso a sus hijos que mucho tendrán que esperar para dar abrazo a sus mujeres. Una serpiente hambrienta camina devorando la memoria, ahí estaba el único cargo de cargar con uno y a lo mucho cargar con la oportunidad de ser felices pero nada. Y marchamos -otra vez- porque no fuimos a Catorce. Yo no sé si los destinos se vayan a encontrar, me hermané con la flaqueza, te devuelvo tus amables saludos republicanos, tus soldaditos de plástico, tus intermitencias, porque dicen que la sangre lastima sin poderlo remediar.
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