Los trabajos de hoy son duros, en algún momento alguien tuvo por genialidad pensar que la información es el nuevo dios y como en todo lo que refiere a dios hay que evangelizar a los desinformados; los datos deben estar ahí, claros y al alcance de todos. Mentes aún más macabras supusieron que los mensajes debían servir al clero, es decir, al interés de particulares.
Y ahí figuramos esclavos digitales como yo, quizá como muchos, con pésimos hábitos de consumo, embarrados gran parte del día en las pantallas, navegando las aguas de no sé qué planeta como han sugerido otros más.
No ha sido en vano que los verdaderos genios decretaran que ser feliz y estar feliz se reduce a :)
Cuánta información y en qué medida se la entregamos al facebook o al twitter, al gtalk o al bonito blogger es de una cuenta incalculable. Bajas pasiones y terribles dependencias formula el intercambio en kilobytes, uno se desusa de decir cara a cara lo verdaderamente importante.
Anoche una señora me invitó a dormir en su casa, además tuve el tino de estar a esas horas de la noche acompañada.
Dormimos el extraño y yo, abrazados un rato, en lo que bajó el frío.
Hace muchos meses no aplicaba algo así.
Y sin encuentros sexuales, casuales, de último momento; sin besos, sin meterse las manos en ningún lado, ¡sin palabritas tiernas! reduje mis opciones a jetear.
El ejercicio reduccionista de decir fuera de línea lo fundamental desencriptó las máquinas, gracias por eso. Guardo para un día que quizá sea nunca todo este papeleo de ver esos ojos con sueño y contarles algo; necesito gaffer en los dedos para no postear, para no lanzar un bonito y conocido tuit sin arroba, para no abordar el tema en cuanto mire su fococonectado. La ficción de ésta y otras realidades espanta de vergonzosa.
En algún rincón flota la gana de hacer las cosas un poquito mejor.
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