¡Otra vez a media noche en medio de mis teorías idiotas! Otra vez platicando con tu versión de veintisiete años. Todavía estudio detenidamente todo lo que no te dije. Hoy recordé aquella ocasión que te retraté en uno de los balcones de la cineteca y no creo habértelo comentado pero desde entonces cada que entro a ese lugar miro arriba al lado derecho y pienso en la fotografía y en tu chamarra café. Siempre te molestó que llegara tarde. Por el momento me gustaría hacerte saber que llego puntual a mis citas de trabajo y al psicoanalista. La vida me parece muy distinta a la que solíamos vivir. Siento una insondable nostalgia al reconocer que en algún momento mis teorías idiotas dejaron de parecerte atractivas. Por ejemplo, está la teoría idiota de filmar a mi familia porque sospecho que la abuela Elena va a morir y siento que tras su último aliento desaparecería la mitad de la historia que creo tener, la mitad de la vida que creo haber vivido. Tengo la teoría idiota de haberte perdido demasiado pronto en todos esos domingos que no fuimos al cine después de que yo regresara del pueblo para contarte, oye bribón tuve esta idea de hacer un documental, oye te prometo que no llego tarde, oye te parece si vemos la última de los Cohen, oye creo que tengo miedo, oye hoy mis primos y sobrinos fueron a la tienda. ¿Tú te imaginas que un hijo pida domingo para ir a la tienda? Oye fíjate que mi abuela sigue mal y no quisiera que tanta memoria se disuelva ¿y si hago una película? Oye fíjate que desde hace unos meses me encuentro con asuntos que solían ser nuestros, quizá hoy un poco más.
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