martes, 29 de noviembre de 2016

Paradoja

Mis huellas de abandono son enormes, al menos esa fantasía habita mi cabeza desde hace 28 años. Cada que una persona sale de mi vida, en particular los hombres, aunque también me ha pasado con un par de amigas, la paso mal. 

Acostumbraba pasarla peor, ese sentimiento de ser "abandonada" una y otra vez este año me tumbó en un diván para psicoanalizarme. Hasta entonces, antes de pedir ayuda profesional por segunda ocasión en mi vida, solía recargarme muchísimo en mis novios y conocidos. 

Supongo que fui la típica persona a quien le preguntabas "¿cómo estás?" y en automático respondía todos los males de este mundo. Con los años perdí capacidad de tomar decisiones por mi propia cuenta, todo era revisado por mis mejores amigas, todo era motivo de rush, todo me lastimaba, etc. 

Así llegué a terapia, cuando sentí que suficientes personas me habían mandado a la verga por esta actitud que cuento (no hard feelings). El nuevo proceder me ha salido bastante caro, recién tuve un distanciamiento con una compañera muy importante, y apenas hace dos meses tuve un pleito fuerte con otra gran amiga. En resumidas cuentas, este proceso me ha exigido romperme un poco y despedirme de una manera que no comprendo de personas muy amadas. 

El punto es, me gustaría aclarar, que tales pleitos y otros desencuentros que sumar a la lista pero que quedarán fuera de este post, me han dejado el corazón igual de roto y llorando como niño perdido, aunque ya no diga nada, aunque haya aprendido (o haga el intento) por irme sin azotar las puertas, bajito como que nada pasa y que todo estará bien, como siempre.




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