La ciudad y su fastidio me recibe con los brazos abiertos. Tomo manzanilla para no morir, el skype me espera y pienso con desgano desde cuándo me gano la vida haciendo presentaciones idiotas para clientes que quieren anunciarse en las revistas más snob y más caras de la galaxia.
No me hallo, será que es el primer día en casa o jaula o cueva, no sé. Hace poco conocí a un fotógrafo con un trabajo de veras relevante, ha levantado imágenes a manera de registro comunitario, principalmente en Chiapas. Con tal particularidad pienso que debo hacer espacio para su seminario de antropología visual el siguiente miércoles. Apreciando sus imágenes me encuentro con la manera en que abandoné la fotografía y me da vergüenza. Ese transitorio debe concluir.
Tal compa me dijo "ojalá no te halles para buscar en otro lugar". Y es cierto. No me pone feliz que luego de dos meses yendo y viniendo por aquí y por allá, la violeta esté marchita y no halla cena caliente ni sobrinos ni abrazos y ojalá nada más. Estoy sola y lo asumo.
Después de todo, la gente sigue sin entender que uno vuela porque no tiene otro rincón a donde parar. Que irte con alguien, desaparecer con alguien, no implica buscar la oportunidad de tu vida para acostarte y pasarla bien. Desaparecer tal fin de semana implica quitarse lo triste un rato, reconocer que uno es bobo, buscar un horizonte mejor donde no se le hace daño a nadie y esa certeza es valiosa.
Pero la neurastenia del mundo es mayor, así parece.
Esta casa no sonríe, cicatriza. Vuelvo a los poemas de Pedro Palacios, indicador que la nostalgia es mayor pero contiene.
Y no es por andar haciéndome la ruda por ahí, me disgusta eso. En realidad algunas ausencias duelen. La tristeza abarca que un día alguien deje de enviarte correspondencia, por ejemplo.
La geografía que me espera tiene que ver con documentalistas extranjeros a los que no conozco, con otra edición del ficunam, con los tiempos de siembra, con deslindar la tierra, con el saber comunal y la casa en calzada de Tlalpan. Tiene que ver con los compañeros presos como Yakiri y Mario.
El calendario me entregó mi primer trabajo para televisión estatal y las olimpiadas de invierno. Triunfé como #godínez, aunque ciertamente no deberían contratar jamás los servicios profesionales de personas así de desequilibradas como yo.
El té caliente reconforta. El ego, con este poquito presente, debe aprender a reconfortarse también.
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