¡Vivan los guardianes y guardianas de la escuelita zapatista!
¡Viva el trabajo colectivo, el saber comunal y la producción de sentido autónomo!
¡Viva la defensa y construcción del territorio!
¡Vivan los presos y presas de conciencia!
¡Viva la sensibilidad de donde nace la resistencia!
¡Vivan las autoridades en defensa de la tierra y cada rincón digno de la patria!
¡Vivan los originales de san andrés, sus corridos y bailongos!
Para Faustina y las hermosas mujeres que resisten.
Cuando volvimos de aquel caracol sagrado con el pozol en las entrañas y los kilos de frijol en la espalda y los chayotes tiernos en los corazones, me atreví a pensar fuera del absurdo cotidiano por un instante. La necedad dejó ver el lento proceso de asimilar las cosas.
Los tiempos de la tierra, sus pausas universales, cobraron forma de pregunta y de terceros. A la primera oportunidad los compas preguntaron y cómo te fue y tal. Sentía que tenía nada para contar, incluso se asomaba la sensación remota de haber reprobado el primer grado de la escuelita zapatista. Lo poco para contar era aparentemente trivial y simple. No había palabras pues.
Había camino por delante, chinguita diaria, renuncias definitivas "al fantasma que degüella la esperanza" dijo aquel.
Un compa escuchó lo poco que traía en la cabeza aquellos días y me dijo que confiara en las lecciones aprendidas, algo así como que no había reprobado el primer grado de la escuelita zapatista.
Dos caminos se cruzaban: el camino de las compañeras, su delicadeza, sagrada toda; y el camino de la tierra.
¿Por qué? Bueno, este periodicazo lo explica mejor, creo http://www.jornada.unam.mx/2010/04/17/milpas.html
Entonces la memoria me atracó esta noche de regreso a casa y acá ando, Faustina, pensando en ti. Qué tiempos harán en la montaña, cómo estarán tus hermanos pequeños. Qué silencios aguardas con tus ojos gigantes...
Compañerita, la extraño.
La dibujo entre la ausencia. Algo me da con inquietud porque no sé si vuelva a encontrarla. Dicen que nunca se está demasiado lejos y segura estoy que usted anda por ahí volando. Entonces puse el casi último itacate de frijoles gigantes y morados, serán para compartir con varios pelados de acá como usted dijo.
Acá traigo su palabra, su no palabra, su silencio y su sonrisa.
Entonces hay que luchar contra el apego, y usté para eso es la maestra más maestra de toda la galaxia.
La atesoro en mi memoria, y eso por que el sup lo sugirió, pero luego la dejo libre porque atesorar no sirve de nada. Pero luego usted vuelve en forma de sueño y escogemos los hilos precisos para hacernos faldas chamulas. No sé si me estoy dando a explicar compañera y disculpe porque seguro no.
De este lado hace mucho ruido, apenas comprendo su silencio y las preguntas aparecen del diario pero me da pena preguntar a lo mejor porque eso se responderá en otro curso o porque no le corresponde a usted contestar.
Y algo más compañera, sepa que este escribirle a la distancia, así tan cursi, respeta toda su autonomía. Ni se vaya imaginar que añoro cada día volver a su lugar, ya como dijeron en la plenaria: la escuelita forma estudiantes no amistades. ¿Pero si no fuera cierto? ¿Y si usted me robó el corazón así de una? Como amiga soy de las peores y así le insisto que por usted haría el más grande esfuerzo.
Ya como me diría otro compa del que otro día le platico: y si no me cree a quién le miento.
Me imagino a usted envuelta en su proverbial silencio para decirme despacito.
Sea despacito pues. Más despacio que piscar frijol con su tía y su abuela. Más despacio que mirar a los hongos crecer. Más despacio que esta vida fugaz que pareciera no alcanzar para ni madres. Y usted es bien joven Faustina, qué le voy a contar... no se pierde de nada, en cambio, acá los veinte pelados de los que le hablaba sentimos estarnos perdiendo de todo.
¡Y ahora imagínese el miedo de estarlo olvidando un poco en cada trayecto! Entonces, para que algo de usted siga coloreando cada día este opaco distrito-policía-federal, pongo por acá la carta que ya sabe. La misma que puse en sus manos de puño y letra como acordamos.
Por cierto, ya no estoy enferma de la panza, pero el kompa que nos acompañó al hospital andaba bien malo estos días así que le compartirmos tintura en un té cargado a ver si se aliviana.
Kolavalik.
Así se sembró el silencio
Hoy es mi último día en la casa de Faustina y Daniel, nuestros guardianes de la escuelita zapatista. Debiera decir que hoy es nuestra última noche en esta casa que es común, en este planeta que alberga a la familia más hermosa.
Pensaba en las compañeras rebeldes, las pensaba en medio de la lluvia, apareciendo en la neblina con los pies limpios, brillantes y bellos. Las pensaba valientes, de pie en el frío.
Las pensaba porque Faustina me mira y ríe. La pienso a ella con sus tobillos fuertes y su cuerpo redondo, la pienso detrás de su pasamontañas.
La pienso libre, autónoma.
La pienso cuando le he escuchado decir que no quiere hijos y no quiere marido. ¿Escucharon?
La pienso clandestina con sus ojos enormes, con su boca grande que a veces sonríe.
Pienso en ella, mi guardiana, guardiana de todos, guardiana del mundo.
Y mientras el abuelo fuego eleva otros rezos para cobijarnos esta noche de frío, en esta cocina de leña, también pienso que éste y no otro es el momento que atesorará la memoria.
La memoria canta como canta bajito la pequeña Yolanda con esa jaqui en las manos, como dijo Ricardo para que no estemos tristes.
Y mientras pienso en nuestra votán, también sé que es hora de despedirse...
La pienso a ella, rebelde e insumisa, con la casi certeza que ella también somos todas.
San Andrés de Los Pobres - Ciudad de México, 2014
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