Siempre he propuesto que la vida grupal espanta, por lo menos poniendo en perspectiva el contexto neofascista que caracteriza al post-capitalismo del siglo xxi.
No, no es cómoda. No, no es grata. No, no es agradable.
¿Entonces por qué nos esforzamos en construir lazos solidarios y colectividades?
Un escalón arriba del ocio está la respuesta, pero deberíamos partir de cierto punto en particular: la solución a todas nuestras preguntas no es socialista. No convive en una comuna con nuestros gatitos y perros y novios y novias.
A mí se me rompe el corazón cuando pasan los meses y las bonitas amistades que dieron paso a imaginarnos otro esquema de vida, coinciden con uno únicamente un par de veces al mes, en asamblea.
Desde mi punto de vista una afectividad saludable es necesaria. Repoblar el mundo de amor es obligatorio. La ternura hacia los de adentro y la rabia hacia los de afuera es irreductible.
Hay que insistir, mundo autoinmune.