miércoles, 13 de agosto de 2014

Soñé que me llevaba la guerrilla

O  a lo mejor eran las autodefensas. 

El sueño empezó de la siguiente manera:

Compartía una fiesta de lo familiar en algún punto del Estado de México, estaba con mi papá y algunos tíos. Había mucha gente, eran vecinos de la zona. Las caras de los vecinos guardaban rabia y estoy segura que también demostraban ignorancia de años, necesidad de años. En su mayoría estos vecinos eran muy morenos y fornidos, recuerdo que uno de ellos tenía gorra y usaba una camisa percudida. 

Entonces este hombre quería revisarme la mochila, no sé si se trataba de algún tipo de operativo y yo quería quejarme del mal ambiente que se respiraba en ese antro tipo News Divine. Me revisaban la mochila, encontraban una trompeta de metal en mis pertenencias. Me retenían. 

Hasta ese momento cobraba conciencia que quizá estos señores eran en verdad halcones y todo se transformaba de pronto. Veía pasar varios granaderos y terminaba por estar abordo de un microbús muy viejo que viajaba todavía más a la periferia de la ciudad.

El transporte iba lidereado por el hombre de la gorra y la camisa percudida, entonces también había algunas mujeres por primera vez en la escena, aunque yo ignoraba que se trataba de un sueño.

Mataban a una compañera, la que iba sentada a mi costado. O quizá sólo la hacían dormir profundamente con una aguja atravesada en la boca. Entonces el líder me miraba mientras sujetaba una aguja en la mano. Creí que moriría ahí mismo, como sucedió con la compañera. 

Me apuntaban con la aguja y haciendo uso de todo el valor que era capaz, yo extendía el brazo para recibir el pinchazo letal. Pero sólo me tomaban una muestra de sangre.

El grupo que comandaba la operación explicaba a los rehenes del camión que se trataba de llamar la atención de las autoridades. Era un secuestro que además involucraba la prueba de armas bioquímicas.

Llegábamos a un lugar más árido aún, todavía parecía el Estado de México, estaba absolutamente incomunicada. En la casa de seguridad estaban compañeros y compañeras rehenes. Nos daban un papel impreso con algunos tuits de las únicas personas que tenían noción de los eventos en las redes sociales. Yo distinguía el avatar de pulga y eso me daba el ligero alivio que tal vez todavía tendría oportunidad de conservar el pellejo a salvo.

Lo demás se trataba de esperar. Los rehenes y comando permanecíamos en un plantón en la calle, ignoro si formaba parte de la protesta.

En algún momento nos daban instrucción se abordar nuevamente el camión, revisaba mi mochila, sólo traía libros y revistas. Me hacía falta mi computadora. Tomaba valor para preguntar por ella a una de las mujeres del comando y me decía que podía tomar agua y que mi computadora estaba debajo de la compañera que estaba muerta o dormía profundamente. 

Tomaba la computadora y la guardaba en la mochila. Subía al camión, entonces me quedaba claro que  viviría, que el comando respetaba mis pertenencias y que debía separarme de todo el mundo conocido para emprender con ellos un nuevo camino: el de la guerrilla.

Desperté atemorizada, pensando que no debí despertar por el susto y que mas bien debía regresar al sueño para ver de qué se trataba...


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