lunes, 18 de abril de 2016

Tercer lunes de abril

Viene la lluvia, los gritos de los niños, este querer alcanzarte hasta quien sabe dónde y me explico que es improbable. Después de todo el mundo no colapsó ante nuestra falta, las canciones siguen sonando, el deseo sigue abriendo sus fauces y galopa veloz, los cruces peatonales de fin de semana me hacen la existencia menos insoportable.

Y me asusta un poco el silencio en que nos sumergimos para explorar nuestros miedos. Pienso en el volcán, en los últimos días del año con su salto al vacío, pienso mucho en ese pedazo de bosque y sus temerosas oscuridades.

Soñé que éramos muy buenos amigos, me enseñabas un papelito con alguna broma mala, sonreías mientras caminábamos por una banqueta soleada. Y fue ahí cuando empecé a extrañarte, como a esta hora de no poder simplemente decirte hola con mis habituales bobadas.

Quiero amarrarme a un cometa y volver a la Tierra en mucho tiempo. Llevar en mi mochila todo lo nuestro, nuestros playlists, nuestras malteadas de fresa, nuestros bailes a solas, nuestros interminables cafés y cigarrillos, pero no se puede.






martes, 5 de abril de 2016

Like me very much

No solo te enseñan a ser la hembra más apta para el macho,  este sistema patriarcal también somete a las mujeres a invertir en su resolución de conflictos personales con la ilusión de "ser especiales" para una pareja al final del trayecto, del otro lado del puente.

Es decir que procesar tu lío de vida se convierte en la falsa promesa de ser premiada por un "mejor amor". Como si la idea de felicidad no pudiera fundamentarse sobre el ejercicio único de la autonomía, como si tanto chingarle una consigo misma se convirtiera en un espectáculo para la sociedad y sus aberraciones.

Me enferma la falta de carácter que muchas mujeres asumimos para trabajarnos en colectividad sin muletas emocionales; pareciera que es doblemente difícil conquistar una intimidad profunda sin la figura de un padre, mejor amigo, colega, novio o esposo.

Pero me enferma el doble encontrarme en tantas escenas de la vida cotidiana competencia entre mujeres, tejidas en un para nada modesto coto de poder vertical, tratando de ser la más linda, la más dispuesta, la siempre incondicional de buen humor, la más hábil en algún puesto de trabajo y un largo etcétera.

Este muro debe caer.


domingo, 3 de abril de 2016

Escribir cada día de algo. Uno.

[Duración: 33 minutos]

A un año de tomar aquella foto titulada crucifixión.

Bien, no sé por dónde comenzar, el mal hábito de escribir sin constancia me hace dudar del resultado terapéutico. Quizá deba iniciar por el consejo de Julián sobre escribir no menos de hora y media cada día, así que este podría ser como en todo proceso de rehabilitación mi día uno. Pero vámonos más atrás a otro día uno,  a uno que ocurrió hace 365.

Hace un año bla bla bla. Recuerdo que una noche igual de cálida que esta decidí no volver a casa, previo a ello consulté el i ching y entendí que debía volver pero transgredí esa imposición cósmica. Me fui y en este episodio sigo sin poder revelar de manera pública a dónde.

Me fui tan lejos que a la mañana siguiente no encontré el camino de vuelta. A la par, dos seres en los que deposité de distintas maneras el significado "amor" retribuyeron mis intenciones emancipatorias con violencia. Aquí ya no vuelvas, cada uno a su manera dijo.

La violencia acarreará más violencia, primera regla. Unas horas más tarde de aquel día que ahora describo cometí la estupidez de agarrar las pocas cosas que creía representaban mi estancia en un lugar y huí nuevamente, me llevé la ropa y las plantas.

Aquí hay algo importante que elaborar, aunque entonces no lo sabía: en cualquier relación amo y esclavo, suprimir alguna de esas dos palabras variables conlleva a que la palabra sin antónimo cobre un significado otro. Particularmente, aquel que asuma el significado de la palabra amo quedará enfermo para hacer que su esclavo vuelva.

Volví un poco más, solo un tiempo, traía conmigo la ropa y las plantas. Hay momentos que guardo en la memoria como aquellos que marcan el principio de un fin, largarme supuso eso, el principio de un caer al vacío cada vez más vacío, desarticulado y profundo.

Esa señal histórica en mi calendario trajo consigo más tragedias, de todo tipo. Entre abril del año pasado y abril de este año me parece solo haber protagonizado eventos llenos de miseria y destrucción, tiempos oscuros.

Comprendo que hay una relación muy estrecha entre un desbalance emocional y la búsqueda incesante de alguna muleta que sostenga aquello. Es decir, porque no sé si me explico, cuando una o uno atraviesa un episodio lleno de dolor buscará sentir intensamente por oposición algo muy parecido a un gran amor, igual de intenso. El chiste es sentir porque a veces suponemos erróneamente que no seremos capaces de hacerlo. Nos estamos deshumanizando.

La desesperación suele poner al corazón en lugares incorrectos aunque juremos que esos lugares son los correctos, aunque creamos que ya venían marcados en alguna carta astral. Forzaremos muchas cosas para afirmar este es el lugar correcto, nos mentiremos a nosotros mismos, todo con el fin de librarla rápido sin rasparse demasiado las rodillas.

Otra cosa que sucede es jurar que uno o una está sanando. Tenemos esta necesidad de reforzar la idea de nuestros propios procesos de reconstrucción frente a otros y otras. Este año observé que tiendo demasiado a sanar cada cinco meses o cuatro, o a lo mejor cada semana. De decirle al mundo ya a huevo, está todo bien, camino por la paz y la serenidad, me iluminé, estoy resuelta, no me duele nada. Nada de eso es de fiar.

Entonces están las falsas señales de verdad de nuestras más truculentas mentiras, de las más implacables.  Por ejemplo, yo me inventé una alcoholemia en Mérida donde creí haber soltado a las personas que me habían lastimado.  Pero solo me herí más, todavía me alcanzó para volver al DF más sola conmigo pero con la verdad-mentira inmediata de estar en camino a la sanación sino es que ya curada de un notable rechazo.

La serenidad de lo ya sanado no era del todo mentira pero tampoco era una certeza, o quizá era una muy débil, duró nada. Mis intentos de reconciliación con los demás duraban nada. Al menos agradezco a quienes en total prudencia me mandaron al cuerno para no ser arrastrados por el ciclón tan destructivo en el que me enfrasqué todo el año-pasado.