A veces hace falta perdonar al espacio y su nula retentiva, perdonar al pueblo y su memoria corta, perdonarse a sí mismo cuando la voluntad se esfuma con las últimas buenas intenciones de la tarde. Hace falta perdonar al tiempo que nunca se ajusta a los caprichos, perdonar el comentario hiriente del trabajo, a la puta de Tlalpan, al chofer del autobus, a la taquillera del metro... a la ciudad. Porque estoy convencida que el Distrito muere con nosotros o resiste con nosotros, no podría ser de otra forma que yo me haya encontrado este grito urbano mientras caminaba por el valdío de mi sinrazón.
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A por el Distrito Sideral
ResponderEliminarCada día sale la tramoya a trabajar.
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