Te debo esta batalla, no así a los que un día me enseñaron a pagar
con otra moneda este oscuro trabajo en que se pierde la memoria,
tú lo sabes por esta caja de pandora, por este temblorcito
donde caen las gotas
de algún llover que hace mirar las cosas con un deleite de anfitrión,
del que mira
desde los ojos de sus bolsillos un mundo pobre, algo así como un
niño matador de insectos,
a esa hora de los invernaderos, de las peluquerías, del solipsismo
contra lo real
que vive adentro de estas cosas,
de la mierda misma que dejaron los abuelos paternos y que nosotros
llevamos con desesperación.
Te debo, porque un día lleno de amor feudal quisiste enseñarme
tus dominios
y hablaste de la razón como de un espejo recién quebrado
y a la hora de comer abrías los ojos, te dabas el lujo de preguntar
por mi salud,
recomendarme un viaje al exterior pasando indiscutiblemente por
el jardín botánico,
sin darte cuenta o por lo menos tratando de ignorar que el escarabajo
se llena de su porquería,
se envuelve mejor dicho y retorna al hoyito como el origen
de todos los orígenes.
Si no lo crees podríamos hacer la prueba yéndonos y regresando
al mismo sitio,
a esa misma hora en que guardamos los instrumentos de siempre,
regresaremos,
aún cuando esa frase gastada de quienes regresan ya no son los
mismos, nos de estupor, deseos
malsanos, ganas de escupir al suelo, reírnos como locos,
pataleando sobre estos papeles donde muchos vienen a escribir
historias falsas,
suicidios de muchachos increíbles, la pérdida del pelo, el falso
juego del vereno,
esas muchachas en plena entrega, esas muchachas que gritan
amor mío con los dientes apretados.
Te debo esta batalla, quizá la última de las primeras, esta batalla
sin caballos,
sin armas, sin escudos, a pie,
cambiando de sonido y de lugar, haciendo de la vida la mejor coartada
para vencer estos demonios del orden,
de las creencias en el más allá, de los confetis arrojados desde el
balcón más alto.
Porque estás cada vez más dentro de lo posible, circundada por todos
los temores;
esta batalla te la debo a ti,
esta batalla de llegar al mismo sitio como el escarabajo.
ALFONSO QUIJADA
con otra moneda este oscuro trabajo en que se pierde la memoria,
tú lo sabes por esta caja de pandora, por este temblorcito
donde caen las gotas
de algún llover que hace mirar las cosas con un deleite de anfitrión,
del que mira
desde los ojos de sus bolsillos un mundo pobre, algo así como un
niño matador de insectos,
a esa hora de los invernaderos, de las peluquerías, del solipsismo
contra lo real
que vive adentro de estas cosas,
de la mierda misma que dejaron los abuelos paternos y que nosotros
llevamos con desesperación.
Te debo, porque un día lleno de amor feudal quisiste enseñarme
tus dominios
y hablaste de la razón como de un espejo recién quebrado
y a la hora de comer abrías los ojos, te dabas el lujo de preguntar
por mi salud,
recomendarme un viaje al exterior pasando indiscutiblemente por
el jardín botánico,
sin darte cuenta o por lo menos tratando de ignorar que el escarabajo
se llena de su porquería,
se envuelve mejor dicho y retorna al hoyito como el origen
de todos los orígenes.
Si no lo crees podríamos hacer la prueba yéndonos y regresando
al mismo sitio,
a esa misma hora en que guardamos los instrumentos de siempre,
regresaremos,
aún cuando esa frase gastada de quienes regresan ya no son los
mismos, nos de estupor, deseos
malsanos, ganas de escupir al suelo, reírnos como locos,
pataleando sobre estos papeles donde muchos vienen a escribir
historias falsas,
suicidios de muchachos increíbles, la pérdida del pelo, el falso
juego del vereno,
esas muchachas en plena entrega, esas muchachas que gritan
amor mío con los dientes apretados.
Te debo esta batalla, quizá la última de las primeras, esta batalla
sin caballos,
sin armas, sin escudos, a pie,
cambiando de sonido y de lugar, haciendo de la vida la mejor coartada
para vencer estos demonios del orden,
de las creencias en el más allá, de los confetis arrojados desde el
balcón más alto.
Porque estás cada vez más dentro de lo posible, circundada por todos
los temores;
esta batalla te la debo a ti,
esta batalla de llegar al mismo sitio como el escarabajo.
ALFONSO QUIJADA
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