lunes, 25 de abril de 2011

Improperios de la primera persona

Necesito dudas recurrentes, nuevas y mejores ausencias que auscultar mientras allá afuera la noche escurre. Saberme a ciegas como se sabe la silueta de la sierra tan negra navegante en su neblina. Arrebatarle a las caras de la gente esa violencia con la que anda entre callejones errante y terca; quedarme su miedo un rato, probarlo con la lengua de fuera, retorcerme con ella hasta que las cortinas de acero caigan y así una a una las conjeturas sobre aquello que nos hace simuladores de la vida feliz e infeliz, de la vida completa y la vida sin municiones, ni cartuchos, ni cananas y otras decisiones certeras.

Quiero que sepas que en mi cuarto hay un grillo ahora mismo y no podré y no podrás y no podremos callarlo, y el animal en sí me parece un buen pretexto para pensarte aquí y echarte levemente en falta. Es decir que a oscuras, en medio de esta amenaza insomne tan ruidosa, voy de veras a hacerme idea de ti ahora que es tarde para platicar de nuestras ingenuas apreciaciones del cine y la revuelta, ahora que estoy yo tan conmigo.

Se me ha ocurrido como rematado enmendo saberme dueña de esto que es nada, sólo un cúmulo de noches amontonándose unas a otras, apretando entre cada una, más y más, los rincones donde hacen su motín los fantasmas y ahora los grillos. Se me ha ocurrido lamerme el hueso de los sueños aquí donde creo no hacerle daño a nadie, vaya, la flamante idea de desenrollar sin precauciones esta soledad mientras allá las luces y los locos; la sola idea de habitar de una vez por todas el universo con todas sus variables es un delicioso platillo que me vengo quedando en deuda desde hace tiempo.

Así que déjame hablar por mí esta noche, déjame unas horas en mi anonimato de primer plano. Que corran las agujas, los engranes, las sirenas, los coches, las cosas que el mundo nombra por su nombre. Voy a agotar los diccionarios hasta que encontrarnos sea todo menos definición del latín para salvarse.

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