viernes, 10 de junio de 2011

Cinemática y piano.

Sistema de coordenadas

Que las leyes de la probabilidad te favorezcan hoy.

A veces la vida me parece un día de lluvia en esas ciudades enormes cuyo tráfico de hora pico tarda ochenta y cinco años en llegar a ningún lado. El abrigo de invierno y las botas, una parada al taxi que avanza sin sujeto concreto al volante. Una migraña, un recordatorio del dolor de alacena indispensable para los mejores momentos. Las manos se me extienden como tocando un piano cuando escribo, me gusta mirar los dedos en las combinaciones rítmicas que ejecutan mientras las palabras se despliegan. Paraderos virtuales, gelatinas, humos, secuencias de estrellas. Colarse por el rescoldo, exhalar la voz de la paz, revolverse como haría un pez, abrir los ojos y volver. Importa saber que la soledad y la compañía indistintamente generan universos especiales, asombrosos, justos. ¿Has sentido que algo pasa cuando dices aquí no tiembla mucho y tiembla? que la furia se conecta con algo en ti y en un minuto la niña de dos años ha caído frente al hermano de cinco por accidente y llora con las rodillas grises, que treinta segundos más tarde un par de pelados en bicicleta se han estrellado con el árbol que mirabas, destruyendo un puesto de libros antiguos. Bien, a la par de estas notas esquizofrénicas, hay un remanso de calma, una soberanía muy grande. Las horas dejan a su paso un mejor modo de entenderlas, un sabor sin nombre. Los fenómenos más buenos no necesitan nombres, para qué. El caos es hermoso. Se hace vital el calor levitando la piel tras seis horas de aire acondicionado, se hace vital una nube naranja a las ocho de la noche, se hace vital la conciencia del amor sin certezas. Y todo esto es más complejo, mucho más complejo. En cambio la simpleza con que se aprecian los pájaros y el miedo del otro. Vital es encuartelarse con el sueño para que el sueño hable y explique cosas ahí bien adentro.

Me deparan más átomos. Me espera un espejo de agua para introducirme de a poco. Un soplo de tibieza, los recién nacidos, los ancianos muertos. Una bitácora para explicarme a pesar de los perros flacos y el gallo que detiene los coches, a pesar de los teléfonos y las alarmas y los recordatorios y los filmes. Una película con su lenguaje y su retórica en treinta y cinco y sus decisiones. Un viaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario