martes, 23 de agosto de 2011

La renovación de los acuerdos

Hace poco Sacbe me dijo echando el café en la lluvia: "pues a final de cuentas uno puede decir que chingue su madre la libertad, quién dijo que yo quería ser libre". Entonces vino a mí esa vieja frase que le leí al Rubén y es que a pocos les interesa ser libres, quizá a lo mucho varios busquen tener un amo justo.

Anoche me despedí obligadamente de un compa (¿todas las despedidas son imputadas?) después de no mirar mucha luz en un intento tremendamente radical de lograr algunos cambios; dicho sea al paso asunto que nos comprometía bastante individual y colectivamente.

Necesitamos tiempo, silencio, descuido pero cuidado y toda esa vaina. Espacio, yo siempre pido espacio, distancia, salir corriendo. Quizá un abrazo de despedida. Un año.

Muy otra fue la noche, muy otra.

Luego la ingeniería de asumir valores, la escala ética de principios que hasta anoche miraba devaluada en mi persona vino a cambiar con nada más ni menos que decisiones.

Junté mucha rabia tras dos escenas acontecidas en la mañana. Tenía un grito en las entrañas diciendo YA BASTA. Hablé, fui clara, rompí el boleto del viaje valle de lágrimas y aclaré que no tengo un varo, apenas para sobrevivir.

Nos tienen muy ocupados en sobrevivir.

Regreso a la despedida del compa: "ésa es la puta victoria del sistema ¿sabes? trabajamos para tener dinero para trabajar, trabajamos para tener ropa para ir a trabajar, trabajamos para tener estatus que nos permita trabajar, trabajamos por un celular y un paseo que bien merecido, nos lo merecemos por trabajar tanto"

Quizá no habría tenido otra oportunidad de quejarme del trabajo en ningún otro momento: era hoy o nunca.

Y el pecho se oprime tras la despedida nocturna, tras jurar a lo muy macho no volver a abrir esa carpeta en el archivero del futuro. Duele, sí.

También cura.

Es complicado toparse con el servilismo de uno hacia uno, me revienta esta parte. Hace tres años me hice de mi condición laboral actual por tener lugar en la vida de otro, por estar al nivel del otro. Y la puta eficacia neoliberal.

Hoy dejé un puesto en mi sitio de trabajo, lo aventé a la hoguera, de manera consciente cedí el lugar a alguien más. Todavía pienso en mis aferres de hace meses cuando decía puedo sola, qué.

A partir de hoy y quizá desde anoche me limité a ser, no me importa bajo cuáles calificativos. Me limité a decir que me hace muy feliz escribir y tomar fotografías y si es en la calle tanto mejor. Hice válido mi legítimo derecho a no envejecer detrás de un escritorio. Suprimí los títulos nobiliarios y tengo mucha pinche sed de volar.

Siempre es necesaria la pinche sed.

Le perdí el miedo a quedarme a dormir en un basurero, le perdí el miedo a confrontar al sistema. Después de anoche también le perdí el miedo a botar en algún lado la disidencia y el juego lastimoso de recortarme más y más.

Hay que chingarle, el trabajo será muy diferente ahora, modesto y reporteril. Estoy contenta. No quiero mirar atrás ni en los años que sostuve el proyecto anterior a mi cargo. La revolución triunfará en uno o no triunfará, porque uno es todo, porque todo es el pulque de celebrarme esta victoria, porque como es adentro es afuera y afuera estrellas hay.

¡Libertad a todos los presos de conciencia en el mundo! ¡Viva la anarquía! ¡Revolución!




1 comentario:

  1. Pareciera que la gente busca un escritorio detrás del cual morirse. Todos excepto uno. Abrazos, ojalá hablemos, nos veamos, vaguemos bajo el sol la próxima semana. Mujeres de elecciones incorrectas.

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