Vamos a ponernos un poco más sinceros. No pasamos frío, ni hambres, ni estamos aventados a los confines donde las nubes caen, en plena montaña. No necesitamos para vivir que nos compren naranjas ni tocar acordeón en las avenidas. "Dios" no se olvidó de nosotros, es cierto. Señalemos sin temor a equivocarnos que somos una partida de idiotas picándose el ombligo, con shampoo de rizos hidratados en el baño, sin bloqueo económico, sin paracos violando a nuestras mujeres o matando a nuestros esposos. De pronto nos ponemos intelectuales, pero yo sé, de la mejor de las fuentes que no es lo mismo ir a dos o tres marchas como pagando un diezmo a la revolución negada, que un medio día cualquiera alguien pida que te amarres una bomba o te tires a un político de renombre y vos -cagado de miedo- simplemente te niegues. Desaparecer sería lo correcto, sin madrugadas chuecas. Bailarse la muerte, de a de veras y dejar de andar por ahí mamando. Luchar sí, luchar si y solo si, siempre luchar, pero lucharse qué. Una anatomía confusa con aires de cheguevarismo sesentero ultrapop de a poco quiere venir a arrastrarnos.
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