jueves, 3 de mayo de 2012

Las próximas elecciones

-Señor, ¿usted va a votar en las próximas elecciones?
-No. Yo lucho y me organizo.
-Bien, en ese caso, ¿podría enlistar al menos cinco de las actividades en las cuales usted ha luchado los últimos seis años?

-Leí unos quince libros completos, entre ellos algunos de título subversivo como La madre o Así se templó el acero; aprendí a citar oportunamente a Kundera, Foucault, Bauman, McLuhan, Bakunin y Malatesta, de ser necesario. Analicé medio millar de películas. Caminé treinta marchas, que por la luz, que por la educación, que por la paz con justicia, que en contra del maltrato animal, que por el asesinato de cuando menos diez activistas y dos o tres periodistas sin título nobiliario de intelectuales. Fui a la universidad, es decir, regresé a la universidad, con mayores bríos -eso sí- podría decir que soy un individuo más ilustrado. Participé activamente en dos colectivos. Llevé comida a los campamentos provisionales. Revisé algunos artículos sobre la lucha feminista, descalifiqué el movimiento feminista, me escudé en el movimiento feminista, protesté con el movimiento feminista, perdóné al movimiento feminista. Me enamoré una vez. Viajé a la sierra en calidad de turista, en calidad de invitado y también en calidad de idiota. Quise colonizar al menos cuatro comunidades con todo mi sesudo análisis antropológico, aprendí términos como otredad y coyuntura. Pegué calcomanías, rayé paredes, regalé una computadora. Revisé tres manuales de  guerrilla, me infiltré  -he sido funcional para el estado-, comí con políticos de renombre, le cobré unos cien mil pesos en concepto de servicios profesionales. Intenté colaborar para una asociación clandestina, sostuve un arma.

Y fui a terapia. 

Perdí muchos amigos. 
 
Puse cara de circunstancia en cada represión de la que fui informado,  busqué doce mil setecientas noticias en google, escribí de todas ellas en twitter. Tomé muchos antidepresivos, no vi el futbol a cambio de espectar el debate en la tevé. Cultivo el ego día a día, después de todo, la revolución necesita  espíritu y buena conciencia, con uno.

Y su puta madre.

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