miércoles, 22 de diciembre de 2010
La más intensa
Encontrar de nueva cuenta a algunos compañeros con los que me gradué de la universidad hace dos años hizo que me preguntara por qué chingados mis amigas pertenecían al grupo de cheerleaders si el equipo escolar de americano era tan malo y el instructor de porras tan feo. En todo caso, y no creo que ellas lo sepan, fue un poco triste verlas reunidas comparando a discreción sus nuevos sueldos, y técnicas de maquillaje.
A mí me gustaba, de mis amigas universitarias, la capacidad de empede que cada una soportaba; al final de cada fiesta, ellas estaban facultadas para servir tragos detrás de la barra de cada bar que visitáramos. Eso era un lujo.
No sé, de todo tuvimos fama en esa escuela, al final de la carrera nos graduamos como el grupito de las-chicas-flexibles en tanto la gimnasia y la danza -en mi caso- lo permitieran, claro.
En particular, a mí me tocó ganar en un concurso generacional muy bobo, la terna de los más intensos; con intenso quiero decir lo que ustedes ya saben: argumentar en clase hasta cansarse, tomárselo todo muy personal, poner al grupo entero en jaque por comentarios que nadie soportaba (sólo quizá mis amigas y nada más).
Intensear se me daba muy fácil, cobrar por hacer los mejores ensayos en finales, clavarme en las hermenéuticas y semióticas, en Saussure, Focault y Lacan, en el pragmatismo y demás chafeces. Mis rivales en la terna de intensos eran un par de amigos a quienes por demás aprecio desde que inició nuestra relación aún cuando la paranoia de los tres llegó a hacernos creer que no nos soportábamos. A la fecha podemos pasar horas en ese bello acto del intenseo.
A un costado de la mesa estaban ellas, las irreparables cheerleaders, al otro, los intensos. La plática que sostuvo nuestra reunión se hiló entre descubrir si Batman era o no psicópata, el esbozo de un viaje que espero hacer en marzo y lo mejor: las llamadas de Cthulhu.
Todo a propósito de nuestras respectivas ideas sobre dios:
1 (Walter): no sé qué es dios.
2 (Yo): dios no existe.
3(Místico): dios tiene problemas graves de seguridad pues de otra manera no se erigiría ante la humanidad para su adoración.
Así la cosa. Más tarde apunté sobre el número 3 que me gustaría creer en un dios al mejor estilo de la cientología, con tintes cyberpunkarros y demás gustitos personales. Entonces los tres -y con bastante humo de por medio- imaginamos a Cthulhu reclamándole a Xenu por daños a la propiedad de autor. "Tú sabes, ser Lovecraftiano sí da para fundar dos o tres iglesias en el mundo"
Si llaman no dejen de preguntarle a Cthulhu qué opinión le merecen las cheerleaders...
A mí me gustaba, de mis amigas universitarias, la capacidad de empede que cada una soportaba; al final de cada fiesta, ellas estaban facultadas para servir tragos detrás de la barra de cada bar que visitáramos. Eso era un lujo.
No sé, de todo tuvimos fama en esa escuela, al final de la carrera nos graduamos como el grupito de las-chicas-flexibles en tanto la gimnasia y la danza -en mi caso- lo permitieran, claro.
En particular, a mí me tocó ganar en un concurso generacional muy bobo, la terna de los más intensos; con intenso quiero decir lo que ustedes ya saben: argumentar en clase hasta cansarse, tomárselo todo muy personal, poner al grupo entero en jaque por comentarios que nadie soportaba (sólo quizá mis amigas y nada más).
Intensear se me daba muy fácil, cobrar por hacer los mejores ensayos en finales, clavarme en las hermenéuticas y semióticas, en Saussure, Focault y Lacan, en el pragmatismo y demás chafeces. Mis rivales en la terna de intensos eran un par de amigos a quienes por demás aprecio desde que inició nuestra relación aún cuando la paranoia de los tres llegó a hacernos creer que no nos soportábamos. A la fecha podemos pasar horas en ese bello acto del intenseo.
A un costado de la mesa estaban ellas, las irreparables cheerleaders, al otro, los intensos. La plática que sostuvo nuestra reunión se hiló entre descubrir si Batman era o no psicópata, el esbozo de un viaje que espero hacer en marzo y lo mejor: las llamadas de Cthulhu.
Todo a propósito de nuestras respectivas ideas sobre dios:
1 (Walter): no sé qué es dios.
2 (Yo): dios no existe.
3(Místico): dios tiene problemas graves de seguridad pues de otra manera no se erigiría ante la humanidad para su adoración.
Así la cosa. Más tarde apunté sobre el número 3 que me gustaría creer en un dios al mejor estilo de la cientología, con tintes cyberpunkarros y demás gustitos personales. Entonces los tres -y con bastante humo de por medio- imaginamos a Cthulhu reclamándole a Xenu por daños a la propiedad de autor. "Tú sabes, ser Lovecraftiano sí da para fundar dos o tres iglesias en el mundo"
¡Hoy encontré que tal diálogo existe! Aquí lo pueden encontrar: http://www.callsforcthulhu.com/ los clips están bárbaros y hay uno donde precisamente Cthulhu reprocha a Xenu si no será mucha casualidad aquella idea del ente pegajoso que se antoja para dios. Espero que se diviertan tanto como yo, aunque la bitácora ya es un poco vieja (2006).
Si llaman no dejen de preguntarle a Cthulhu qué opinión le merecen las cheerleaders...
Naufragio
Compañeros de historia,
tomando en cuenta lo implacable
que debe ser la verdad, quisiera preguntar
-me urge tanto-
qué debiera decir, qué fronteras debo respetar.
Si alguien roba comida
y después da la vida, qué hacer.
¿Hasta dónde debemos practicar las verdades?
¿Hasta dónde sabemos?
Que escriban pues, la historia, su historia,
los hombres del Playa Girón.
S.R.
tomando en cuenta lo implacable
que debe ser la verdad, quisiera preguntar
-me urge tanto-
qué debiera decir, qué fronteras debo respetar.
Si alguien roba comida
y después da la vida, qué hacer.
¿Hasta dónde debemos practicar las verdades?
¿Hasta dónde sabemos?
Que escriban pues, la historia, su historia,
los hombres del Playa Girón.
S.R.
domingo, 19 de diciembre de 2010
martes, 14 de diciembre de 2010
El olor de la guayaba
Mi recuerdo más vivo y constante es el de la misma casa de Aracataca donde vivía con mis abuelos. Todos los días de mi vida despierto con la impresión, falsa o real, de que he soñado que estoy en esa casa, estoy ahí, sin edad y sin ningún motivo especial, como si nunca hubiera salido de esa casa vieja y enorme.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
domingo, 12 de diciembre de 2010
Fin del tiempo conocido
A la mañana siguiente debería decir al deseo siguiente en su mar gris claro, salpicado en su vuelco de salitre. Debería decir hay un manto de mentiras que desde arriba sueltan algo de brisa en pequeños copos dispuestos a refugiarse en la piel cuarteada de recuerdos riéndose a huracanes.
Es mejor que el mundo conocido nunca cuente con nosotros ni cuente con la boca las nomenclaturas de las casas. Los perros ciegos prefieren escuchar las olas mientras parpadean con cuidado los ojos marinos porque azules y se amontonan tiernos unos sobre otros.
Despertamos, estábamos ahí...
Es mejor que el mundo conocido nunca cuente con nosotros ni cuente con la boca las nomenclaturas de las casas. Los perros ciegos prefieren escuchar las olas mientras parpadean con cuidado los ojos marinos porque azules y se amontonan tiernos unos sobre otros.
Despertamos, estábamos ahí...
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