miércoles, 31 de agosto de 2011
miércoles, 24 de agosto de 2011
martes, 23 de agosto de 2011
La renovación de los acuerdos
Hace poco Sacbe me dijo echando el café en la lluvia: "pues a final de cuentas uno puede decir que chingue su madre la libertad, quién dijo que yo quería ser libre". Entonces vino a mí esa vieja frase que le leí al Rubén y es que a pocos les interesa ser libres, quizá a lo mucho varios busquen tener un amo justo.
Anoche me despedí obligadamente de un compa (¿todas las despedidas son imputadas?) después de no mirar mucha luz en un intento tremendamente radical de lograr algunos cambios; dicho sea al paso asunto que nos comprometía bastante individual y colectivamente.
Necesitamos tiempo, silencio, descuido pero cuidado y toda esa vaina. Espacio, yo siempre pido espacio, distancia, salir corriendo. Quizá un abrazo de despedida. Un año.
Muy otra fue la noche, muy otra.
Luego la ingeniería de asumir valores, la escala ética de principios que hasta anoche miraba devaluada en mi persona vino a cambiar con nada más ni menos que decisiones.
Junté mucha rabia tras dos escenas acontecidas en la mañana. Tenía un grito en las entrañas diciendo YA BASTA. Hablé, fui clara, rompí el boleto del viaje valle de lágrimas y aclaré que no tengo un varo, apenas para sobrevivir.
Nos tienen muy ocupados en sobrevivir.
Regreso a la despedida del compa: "ésa es la puta victoria del sistema ¿sabes? trabajamos para tener dinero para trabajar, trabajamos para tener ropa para ir a trabajar, trabajamos para tener estatus que nos permita trabajar, trabajamos por un celular y un paseo que bien merecido, nos lo merecemos por trabajar tanto"
Quizá no habría tenido otra oportunidad de quejarme del trabajo en ningún otro momento: era hoy o nunca.
Y el pecho se oprime tras la despedida nocturna, tras jurar a lo muy macho no volver a abrir esa carpeta en el archivero del futuro. Duele, sí.
También cura.
Es complicado toparse con el servilismo de uno hacia uno, me revienta esta parte. Hace tres años me hice de mi condición laboral actual por tener lugar en la vida de otro, por estar al nivel del otro. Y la puta eficacia neoliberal.
Hoy dejé un puesto en mi sitio de trabajo, lo aventé a la hoguera, de manera consciente cedí el lugar a alguien más. Todavía pienso en mis aferres de hace meses cuando decía puedo sola, qué.
A partir de hoy y quizá desde anoche me limité a ser, no me importa bajo cuáles calificativos. Me limité a decir que me hace muy feliz escribir y tomar fotografías y si es en la calle tanto mejor. Hice válido mi legítimo derecho a no envejecer detrás de un escritorio. Suprimí los títulos nobiliarios y tengo mucha pinche sed de volar.
Siempre es necesaria la pinche sed.
Le perdí el miedo a quedarme a dormir en un basurero, le perdí el miedo a confrontar al sistema. Después de anoche también le perdí el miedo a botar en algún lado la disidencia y el juego lastimoso de recortarme más y más.
Hay que chingarle, el trabajo será muy diferente ahora, modesto y reporteril. Estoy contenta. No quiero mirar atrás ni en los años que sostuve el proyecto anterior a mi cargo. La revolución triunfará en uno o no triunfará, porque uno es todo, porque todo es el pulque de celebrarme esta victoria, porque como es adentro es afuera y afuera estrellas hay.
¡Libertad a todos los presos de conciencia en el mundo! ¡Viva la anarquía! ¡Revolución!
Anoche me despedí obligadamente de un compa (¿todas las despedidas son imputadas?) después de no mirar mucha luz en un intento tremendamente radical de lograr algunos cambios; dicho sea al paso asunto que nos comprometía bastante individual y colectivamente.
Necesitamos tiempo, silencio, descuido pero cuidado y toda esa vaina. Espacio, yo siempre pido espacio, distancia, salir corriendo. Quizá un abrazo de despedida. Un año.
Muy otra fue la noche, muy otra.
Luego la ingeniería de asumir valores, la escala ética de principios que hasta anoche miraba devaluada en mi persona vino a cambiar con nada más ni menos que decisiones.
Junté mucha rabia tras dos escenas acontecidas en la mañana. Tenía un grito en las entrañas diciendo YA BASTA. Hablé, fui clara, rompí el boleto del viaje valle de lágrimas y aclaré que no tengo un varo, apenas para sobrevivir.
Nos tienen muy ocupados en sobrevivir.
Regreso a la despedida del compa: "ésa es la puta victoria del sistema ¿sabes? trabajamos para tener dinero para trabajar, trabajamos para tener ropa para ir a trabajar, trabajamos para tener estatus que nos permita trabajar, trabajamos por un celular y un paseo que bien merecido, nos lo merecemos por trabajar tanto"
Quizá no habría tenido otra oportunidad de quejarme del trabajo en ningún otro momento: era hoy o nunca.
Y el pecho se oprime tras la despedida nocturna, tras jurar a lo muy macho no volver a abrir esa carpeta en el archivero del futuro. Duele, sí.
También cura.
Es complicado toparse con el servilismo de uno hacia uno, me revienta esta parte. Hace tres años me hice de mi condición laboral actual por tener lugar en la vida de otro, por estar al nivel del otro. Y la puta eficacia neoliberal.
Hoy dejé un puesto en mi sitio de trabajo, lo aventé a la hoguera, de manera consciente cedí el lugar a alguien más. Todavía pienso en mis aferres de hace meses cuando decía puedo sola, qué.
A partir de hoy y quizá desde anoche me limité a ser, no me importa bajo cuáles calificativos. Me limité a decir que me hace muy feliz escribir y tomar fotografías y si es en la calle tanto mejor. Hice válido mi legítimo derecho a no envejecer detrás de un escritorio. Suprimí los títulos nobiliarios y tengo mucha pinche sed de volar.
Siempre es necesaria la pinche sed.
Le perdí el miedo a quedarme a dormir en un basurero, le perdí el miedo a confrontar al sistema. Después de anoche también le perdí el miedo a botar en algún lado la disidencia y el juego lastimoso de recortarme más y más.
Hay que chingarle, el trabajo será muy diferente ahora, modesto y reporteril. Estoy contenta. No quiero mirar atrás ni en los años que sostuve el proyecto anterior a mi cargo. La revolución triunfará en uno o no triunfará, porque uno es todo, porque todo es el pulque de celebrarme esta victoria, porque como es adentro es afuera y afuera estrellas hay.
¡Libertad a todos los presos de conciencia en el mundo! ¡Viva la anarquía! ¡Revolución!
miércoles, 17 de agosto de 2011
El libro del mundo
-Tienes que visualizar un platillo que en verdad te apetezca. ¿Estás lista? Bien, te doy diez minutos, máximo.
La salida del laberinto estaba cerca, por alguna razón ya no quería dejarlo, anduve de nueva cuenta por los jardines y miré de cerca a dos que se decían cosas tirados en el pasto. Él insistía en hacerla feliz, a saber el modo; ella a menudo se arrancaba las costras pero igual parecían hermosos bajo esa escena de pasto fosforescente y tarde de primavera.
La revolución no había triunfado y qué importaba, el viejo teletransmisor seguía dictando su mensaje: la guerra está perdida, la guerra está perdida.
-Quiero que me dediquen un poema.
-Primero debes comprender que la guerra está perdida.
Era cierto, a veces extrañaba las palabras y sus desperdicios y aún mejor, los remedos de lenguaje dispuestos, siempre. Y no bastaba. Lo demás era ruido de faxes, teléfonos sonando, vibradores y compras compulsivas en día de pago. Lo demás eran máquinas de aire acondicionado, dedos tecleando, destellos de módem, on-off. Lo demás éramos nosotros buscando mejores maneras de medir el tiempo.
-¿Estás aburrida?
Le dije que no, podría responderle que no a esa pregunta un millón de veces. El tiempo iba en otro orden, las estrellas avanzaban enfermas; yo siempre dije que el amor había de hacerse como si dos estrellas estuvieran conspirando volar el universo entero ellas solitas. Quizá la luna era clave porque alumbraba y no permitía dormir.
Contaba también la mala música de los vecinos, contaban los alimentos en el refri, marchitándose de a poco. Contaba querer estar ahí, carajo.
Visualicé quesadillas, era lo que más me apetecía cenar. Los muros de esa última región eran blandos y oscuros, temerariamente oscuros, como de genitales o como de placenta o fractal, no sé. El chiste era alzar los brazos, recargarse, notar la humedad hasta bien abajo, dejar atrás la ciudad, el laberinto entero. Cerrar los ojos, morir un rato.
La salida del laberinto estaba cerca, por alguna razón ya no quería dejarlo, anduve de nueva cuenta por los jardines y miré de cerca a dos que se decían cosas tirados en el pasto. Él insistía en hacerla feliz, a saber el modo; ella a menudo se arrancaba las costras pero igual parecían hermosos bajo esa escena de pasto fosforescente y tarde de primavera.
La revolución no había triunfado y qué importaba, el viejo teletransmisor seguía dictando su mensaje: la guerra está perdida, la guerra está perdida.
-Quiero que me dediquen un poema.
-Primero debes comprender que la guerra está perdida.
Era cierto, a veces extrañaba las palabras y sus desperdicios y aún mejor, los remedos de lenguaje dispuestos, siempre. Y no bastaba. Lo demás era ruido de faxes, teléfonos sonando, vibradores y compras compulsivas en día de pago. Lo demás eran máquinas de aire acondicionado, dedos tecleando, destellos de módem, on-off. Lo demás éramos nosotros buscando mejores maneras de medir el tiempo.
-¿Estás aburrida?
Le dije que no, podría responderle que no a esa pregunta un millón de veces. El tiempo iba en otro orden, las estrellas avanzaban enfermas; yo siempre dije que el amor había de hacerse como si dos estrellas estuvieran conspirando volar el universo entero ellas solitas. Quizá la luna era clave porque alumbraba y no permitía dormir.
Contaba también la mala música de los vecinos, contaban los alimentos en el refri, marchitándose de a poco. Contaba querer estar ahí, carajo.
Visualicé quesadillas, era lo que más me apetecía cenar. Los muros de esa última región eran blandos y oscuros, temerariamente oscuros, como de genitales o como de placenta o fractal, no sé. El chiste era alzar los brazos, recargarse, notar la humedad hasta bien abajo, dejar atrás la ciudad, el laberinto entero. Cerrar los ojos, morir un rato.
martes, 16 de agosto de 2011
El sábado iré a psicoanálisis
Pues ya es un hecho. Se siente muy feo cuando tu celular llama y la voz de una quién sabe quién dice llamar para darte una cita en el consultorio tal ubicado en tal a la hora tal. Para mi buena fortuna la noticia cayó en el metro -con mala recepción telefónica- y en compañía de un buen amigo que casi me ahorca cuando le confesé que decidí tomar ayuda psicológica.
Desde hace una semana que esperaba la cita pude sortearla más fácil, de alguna manera fue como si la mitad del trabajo (y de su peso) estuviera hecho. En el inter algunas cosas han sido más ligeras, me he esforzado para que así sea.
Hay una parte indivisible muy adentro que sólo está llena de vacío e insatisfacción, vaya no es este post mi primera nota al analista pero casi. De lo que más dan ganas es de tirarse por ahí en algún lado a llorar hasta que no quede nada, absolutamente nada.
Desde hace una semana que esperaba la cita pude sortearla más fácil, de alguna manera fue como si la mitad del trabajo (y de su peso) estuviera hecho. En el inter algunas cosas han sido más ligeras, me he esforzado para que así sea.
Hay una parte indivisible muy adentro que sólo está llena de vacío e insatisfacción, vaya no es este post mi primera nota al analista pero casi. De lo que más dan ganas es de tirarse por ahí en algún lado a llorar hasta que no quede nada, absolutamente nada.
martes, 9 de agosto de 2011
200: good skin day
Mi bitácora cumple dos centenenas de apuntes. Algunos muy azotados, otros más bien cursis y unos tantos más obsesivos, persecutorios hasta la última coma. La serie de sinsentidos anotados por acá no necesariamente reflejan el extricto modo de vivir de la autora, sólo lo transforman.
Escribir
es un acto migratorio,
una cosa de aduanas
y nuevos puertos.
Un estado mental
de transatlántico.
Saludos desde la redacción.
domingo, 7 de agosto de 2011
Tierra adentro
Nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo. Los hombres se liberan en comunión.
Freire
tierra adentro
las pistolas
hambruna y sexo televizado
tierra adentro
miradas civilizadas
miradas lascivas perdidas
tierra adentro
la chica decente
y la petunia en la maceta
tierra adentro
la noche ladra
en la garganta de los perros
tierra adentro
brillo de sol
tierra adentro
la soledad de tus lunares
tierra adentro
tu vientre es mi señal
tierra adentro
tierra adentro
caracoles
la resistencia, la dignidad
tierra adentro
entre tus piernas
la melodía
la libertad
tierra adentro
la sincronía
los tantos rezos
la medicina
tierra adentro
la noche ladra
en la garganta de los perros
tierra adentro
se desangra
CANCIONERO
Freire
tierra adentro
las pistolas
hambruna y sexo televizado
tierra adentro
miradas civilizadas
miradas lascivas perdidas
tierra adentro
la chica decente
y la petunia en la maceta
tierra adentro
la noche ladra
en la garganta de los perros
tierra adentro
brillo de sol
tierra adentro
la soledad de tus lunares
tierra adentro
tu vientre es mi señal
tierra adentro
tierra adentro
caracoles
la resistencia, la dignidad
tierra adentro
entre tus piernas
la melodía
la libertad
tierra adentro
la sincronía
los tantos rezos
la medicina
tierra adentro
la noche ladra
en la garganta de los perros
tierra adentro
se desangra
CANCIONERO
Música para descargar
Gracias -Rubén Darío- por liberar los fantasmas, alcanzándome los vuestros un rato.
Gracias -Rubén Darío- por liberar los fantasmas, alcanzándome los vuestros un rato.
miércoles, 3 de agosto de 2011
Vos estás aquí
Me basta que en las noches arrastres el libro del mundo, lo desempolves y me leas con la paciencia de un anciano y la curiosidad de un niño, cuando las galaxias no sospechan que las miramos y miramos. Es suficiente esta sonrisa, esta paz de tres segundos, este abrazo.
A mí me consta que nos dibujamos mientras el té y las películas están listas, mientras el monitor mantiene vivo nuestro efecto perdurable; hay trazos de pelea y humo detrás la cortina, hay trazos de disculpa, incluso hay trazos de huida en taxi a las diez de la mañana con desayuno de cigarro y las puertas azotadas.
Pero también es cierto -si mirás tan obsesivamente como yo- que este tiempo nos trajo complicidad para hacer figuras de arena y apenas rozar el mar como volando y como muriendo en la furia cautiva de los colibríes en celo y la verdad del pasto crecido. Es muy cierto que estás aquí, a manos llenas. Las dos manos.
A mí me consta que nos dibujamos mientras el té y las películas están listas, mientras el monitor mantiene vivo nuestro efecto perdurable; hay trazos de pelea y humo detrás la cortina, hay trazos de disculpa, incluso hay trazos de huida en taxi a las diez de la mañana con desayuno de cigarro y las puertas azotadas.
Pero también es cierto -si mirás tan obsesivamente como yo- que este tiempo nos trajo complicidad para hacer figuras de arena y apenas rozar el mar como volando y como muriendo en la furia cautiva de los colibríes en celo y la verdad del pasto crecido. Es muy cierto que estás aquí, a manos llenas. Las dos manos.
lunes, 1 de agosto de 2011
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