viernes, 12 de febrero de 2016

Caborca

Ojalá abran pronto las puertas del infierno porque nos vamos a romper de nostalgia.

Acumulo postales con sus perros lejanos y otros baldíos de pisadas errantes donde se pide mariguana pa sobar.

Siento que es hora de dejar de hablar en primera persona. No sin antes mirar cómo las palabras se desprenden del cuerpo a la sombra de lo que se quiso ser pero ya sin tiempo.

No he resuelto entonces cómo comunicar aquello que no es necesario decir ni por ti ni por mí, sino por el uno y por el otro.

A ver María vete a fajar con aquél como adolescente perdida. O tú, Ponciano, toma la carretera con el apetito vacío.

Salgan disparados del planeta, arrebátense unos besos de bacanora, sean nobles, atínenle a los satélites que se asoman en una noche estrellada, abran paso a esas miradas urgentes.

Suéñense atravesados por un rayo de luz después de las cinco de la tarde. Vengan y canten por mí un himno a los fantasmas pero con mucha cólera.

Y tú Fidencio toma la guitarra, desgránala, ve a aventar ese maíz y cosecha amores ausentes.

En este cerro todavía de esclavos atinemos a piscar trozos que se reparen en sueños y nos dejen, primordiales, hechos uno al otro día.

Es la hora que no sé escribir de un nosotros. El minutero de quienes vivimos con la sospecha de ser nadie quiere contarnos algo pero no puede.

Un cómo sin respuesta, la cifra que no se ha contado, la antesala del estamos solos, nuevamente.





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