domingo, 21 de febrero de 2016

El superama de la narvarte



Narvarte. Baby boomers. Esas tardes cuando cogíamos el auto, sábados eternos, o llegaba a tu casa y te encontraba limpiando, y creíamos religiosamente en todas esas cosas prescindibles que venden en el supermercado.

Narvarte, su olor a tacos, el barrio presente algo trae hacia mí de cuando éramos más jóvenes, cuando nuestro pan de cada día era tu cocina naranja y no me destruía tanto, ni recibía mensajes por celular de media tarde, ni me comunicaban que murió aquel pariente al que vi tres veces.

¿Sabes? Mi vida es el breve intento de subir a la superficie, inventarme familias, pero la muerte. Ya de todas maneras también estaré triste en otras canciones sin nuestra casa que fue perfecta y fue jaula, sin tu carro negro a punto de desbarrancarse en la sierra, sin hacernos el amor fingidamente quizá pensando en barcos y navegaciones.

Este sábado parezco otra, me pinto los labios en el metro, voy al mismo supermercado y compro mucho bourbon y soy más cínica para recrear imágenes de mí que pudieran reconfortarme, pero cómo si llega un mensaje a las siete de la tarde confirmando la muerte del pariente lejano al que solo vi tres veces.

Cómo, si me da lo mismo llegar o quedarme, si mi cuerpo de treinta años es un planeta en el que recién he aterrizado y ya no vamos al súper, ni fumo en la ventana de la cocina naranja mientras lavas los trastes. Y cómo si no sé de ti hace tanto y parece a primera vista que en mucho tiempo estamos mejor.



No hay comentarios:

Publicar un comentario