lunes, 8 de febrero de 2010

Esbozo de medianoche

En cada hombre hay algo que ningún otro ve ni verá nunca: ni los que vivieron con él en comunión de pan, ni los que desde afuera trataron de zahondar en su vida, ni los que pudieron amarlo y no le amaron, ni los que por no poder quererle lo aborrecieron. Sin embargo, con ese algo virginal y mío voy dibujando este libro en el que va quedando, aunque escondida en su entraña, bien impresa mi vida, la vean o no la vean los que conmigo vivieron, los que no pudieron o no quisieron quererme y los que me quisieron, que no siempre el querer anda por la vida con los ojos abiertos. Lo que sí digo a todos es que al escribir el libro y al imprimir en él mi vida, no lo hice para resaltar mis virtudes y menos todavía para deslustrar las de quienes no compartieron conmigo ni mi sal ni mi idea, pues cuando critico al violento lo hago solamente para pedirle que no dispare su arma, ya que al alcance de sus dardos pasa una criatura inocente que podría ser muerta o herida. De ahí que mi crítica no sea nunca censura, sino siempre ruego.
MIGUEL GIMÉNEZ IGUALADA

2 comentarios:

  1. Me has desarmado. Nada más qué decir que, con las manos abajo y la contemplación abierta, anulo mi violencia, aunque alimentarse quiera por imponer la fragilidad propia.

    ResponderEliminar
  2. A veces temo mucho, Julián. Temo no encontrar error y disuadirme en ese juego macabro de poder, como tantos.
    Alguna forma habrá de avanzar sin indiferencia, ni violencia. Avanzar porque las utopías -dicen por ahí- son para caminarse.
    Gracias por tomarte el tiempo de danzar conmigo en la cloaca.

    ResponderEliminar