miércoles, 10 de febrero de 2010

Tejedor de palabras

Hoy me has hecho recordar todo lo que tengo. La sonrisa se esboza apenas porque no se trata de la victoria que yo habría pensado, en todo caso hago un gesto de complicidad.
Ahí estabas. Intentando establecer orden en medio de lexemas y gramemas, usos semánticos y perfectos desconocidos de ti, de quién eres tú. Porque ahora que te he visto sé que no he visto nada pero la voz te ha leído e insinuando: requiero tiempo, de ése que corre como en espiral.
Aunque quise no pude sorprenderme, en todo caso me parece la afirmación más lógica y justa escrita de tu puño, tan bárbaro.Ese solo momento ha hecho colapsar al universo. No tienes idea. De un tiempo acá está la urgencia de ser caracoles, infinitos. Pero ahí estás tú, Torres Landa, y me has contagiado el sueño como nunca lograrán los mítines políticos, ni las hipocresías de causa –a estas fechas tan recurrentes-, ni los hombres que se han desilusionado y ya no me acompañan.
En cambio sé de ti que no te he fallado. Las oraciones antes del prólogo me lo confirman. Me admiras. Me quieres. Mucho.
Vuelvo un momento a mis mariconadas y con singular belleza aprecio nuestros labios sin besarse, nuestros cuerpos que nunca habrán de verse desnudos, la parejita que no seremos. Ese vino no se bebe.
Ahora corresponde agradecerte porque eres la gran excepción a la regla quédate un rato y cuando me acostumbre a ti, márchate.
No. Tú eres algo más. Mi amigo, mi tímida burla, mi paseo por la ciudad cuando la rutina parece secuestrarme. La camaradería de hace un rato cuando interpretabas al escritor y yo a la periodista. El pasado. Teatro.
Qué orgullo verte en ese saco, redactarte ahora en este espacio trémulo, encargado de mantenerme en construcción. Desde hace tiempo sé que pocos transitarán el camino que has elegido hacerte, como también sé que no nos cansamos de criticar nuestros propios modos tan gastados de pseudo nivel académico. Otros podrían tragarse la idea de vernos a ambos enredados entre signos y significantes carentes de objeto. Nosotros sabemos que la vida apesta y aquello es puro blof.
Me gusta tanto esto de poder serenarme a tu lado y pensar que no hay intelectualidad suficiente para librarnos de nuestras carencias. Sólo está la paz. Tu paz.
Está nuestro afán de no lucha y el claro objetivo de renunciar a la violencia o –por lo menos- mantenerla lejos del lenguaje. Ahí tenemos puestos los ojos. Llegaremos.
Ha sido verte un remanso de franqueza. Te escribo aquí y ya no tengo temor a nada, mucho menos a estar sola; el mundo puede seguir sus ciclos, me has dado fuerza.
Te dejo en este sitio donde comulgan nuevos eventos con la clara impresión de entender y sentir que me has regalado la auténtica experiencia de compartirnos tan humanos, abandonados ya de todas las formas que se inventa el hombre para hacerse permanecer en la vida de otro. Soy y eres nada, sin embargo el lazo nos sigue hilvanando, colega, haciéndonos más sabios de a poco como es necesario para avanzar y no confiar que hay respuesta. En el fondo no la hay. La tejemos. La inventamos.

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