miércoles, 13 de enero de 2010

Reconstrucción o breve repaso sobre la condena (3a parte)

El desarrollo cronológico del cine de paranoia se remonta hacia los años de Guerra Fría, en la ficticia batalla de dos naciones por obtener persecutoriamente el poder. Para los años 70 y 80 la construcción continua orientada hacia la crítica política y finalmente llega a los últimos años centranto sus argumentos especialmente en la amenaza terrorista.

Then, tomorrow was another day, the morning found me miles away
Buttle, un hombre que ha sido arrancado de su hogar, será condenado injustamente a morir tras cometerse un error por la institución encargada de manejos información en algún lugar del siglo XX. Esta mecánica de persecusión me recuerda al terror instalado en la Francia revolucionaria (con sus parapléjicas victorias: libertad-fraternidad-igualdad), sin embargo también recuerdo la cacería iraquí cometida por Bush y la última presea Nobel de la paz, la cual sostiene: las guerras están permitidas.


Terry Gilliam escribió y dirigió su versión absurda del 1984 de Orson Wells , Brazil. En un panorama burocratizado casi con tintes kafkianos y bajo la extricta vigilancia del ojo cibernético, esta cinta narra el desvanecimiento del sujeto -su protagonista Sam Lowry- ante la hostilidad del círculo social que le circunda y el deseo de vivir con la-mujer de sus sueños.

El estado onírico de Sam parece mantener un estado saludable, incluso su falta de aspiración profesional es para él una situación sostenible. Sus perturbaciones comienzan el día que todo parece estar en su contra: su madre quiere que él sea alguien más importante, el personal de mantenimiento irrumpe deliberadamente en su hogar y el-objeto-más-reciente-de-su-amor lo ignora por completo.

La lectura del personaje de Sam Lawry obliga a mirar con mayor detenimiento un detalle: la culpa que se ha adjuntado, sin motivo aparente, tras la muerte injusta de Mr. Buttle ((el error sistémico, la falla en la estructura, la institución cuyo poder no existe aunque lo aparente))

¿Será Robert De Niro, en el rol de Harry Tuttle, una alucinación de Sam que aparece justo cuando él debe rendir cuentas sobre sus actos y asumir las conseciencias morales que éstas traen consigo? ¿O será alguien más parecido a una instancia paterna fallida, de la cual Lowry carece a lo largo de todo el film, improbable de saltar a la vista con la presencia persecutoria de su madre en primer plano?

Primera condena: esa institución primordial -la familia- ha caducado.



La culpa persigue a Sam durante la primera etapa del desarrollo de su paranoia, sin embargo, el personaje cree posible una reconstrucción de los hechos y se aventura a ser el héroe que su contexto pide a gritos. Más tarde su personalidad se transforma para estar a la altura de las nuevas tareas que la vida exige.

Ejemplo digno sobre la pérdida de cualquier relación con lo real en un estado delirante que culmina con su paso al estado vegetal inmovilizado por el miedo (donde no hay lenguaje) hacia el final de la película, quizá a la sombra de su propio deseo.

Brazil, es una cinta que todo el tiempo señala, persigue y grita todo está en al mente.

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