Desde octubre del año pasado y hasta febrero de 2011 el Museo de Arte Moderno (en total deterioro, cabe decir) presenta la exposición No-grupo, un zangoloteo al corsé artístico. Y bien, a lo que hemos llegado.
El No-grupo no es un agremiado de nerds veinteañeros haciéndose los chistosos en la galería que les fue asignada; se trata de un colectivo tallerista que estuvo trabajando en la Ciudad de México desde 1977 hasta 1983. Su herramienta discursiva básicamente trata de explorar el humor hasta su punto más serio sosteniendo la premisa del Estado como principal promotor de la ignorancia.
Se hicieron llamar entre ellos “aplastadores de la crítica” y “destazadores de academia” entre otros motes que sirvieron de hilo conductor para su participación política en aquellos años. Genealógicamente, su propuesta visual y bizarra parte del Estridentismo, puedes echar un vistazo en google para indagar sobre el término.
Cuando el trabajo del No-grupo alcanzó su esplendor se les vio trabajando entre una veintena de personas que soñaban con alzar proyectos para ponerle un bájale de huevos al arte formal y sus respectivos híbridos (arte moderno, arte conceptual, arte vanguardista, arte contemporáneo, arte objeto, no arte, arte bla) cuyas representaciones –según ellos mismos- eran responsables de la devaluación identitaria de América Latina.
Al final de su tiempo estos individuos llegaron a subvertir a los personajitos artistoides emergentes de aquella época a tal grado que el descontento entre compañeros dejó invictos a cuatro productores, mientras los aludidos no tuvieron otra más que regresar a sus galerías sostenidas por los consejos y coordinadoras que a la fecha siguen rigiendo el sistema de producción cultural en el DF.
Después de revisar la sala, el trabajo del No-grupo me pareció de una vigencia espectacular. En particular me encontré con un artículo titulado El juego de Juan Pirulero el cual paulatinamente explica el desarrollo de los colectivos hacia la utopía del colectivo-comunal que consiste en la producción de todos para todos.
El texto señala dos cosas: en primer lugar cómo ha sido que el Estado y la oligarquía ponen al alcance social una serie de vacuidades artísticas que nada reflejan los valores que constituyen la realidad del lector haciéndole creer que el arte es de exquisitos, generado desde la elite para la elite.
¿Por qué habría de creerse que la idea del arte elite es falsa? Porque el replanteamiento ético y moral de una sociedad en un cambio de paradigma se sostiene en distintos pilares y uno de ellos –sin duda- es la producción artística de los pueblos. En ese sentido, el ejemplo más cercano que ahora se me ocurre, es el programa Alfabeto, pan y jabón que José Vasconselos promovió recién terminaba la Revolución Mexicana. Este programa hizo un llamado al magisterio de inicios del siglo veinte para estandarizar los contenidos en los planes de estudio de una utópica Secretaría de Educación Pública y dotar a la niñez de una historia común, de un imaginario colectivo común…
En buena medida, actividades como los honores a la bandera con su respectiva interpretación del himno nacional, que a la fecha se repiten en las escuelas de nivel básico y medio superior, son legado de la banda normalista post-revolucionaria. Y sólo así.
La tirada del No-grupo se sirvió de un principio similar, echaron mano de expresiones harto populares como las canciones de Cri-Crí, la lucha libre, el libro vaquero y el taco para argumentar que el arte en su función política más inmediata necesariamente debe cumplir solo un requisito, la penetración cultural.
En segundo término, El juego de Juan Pirulero tacha de charlatanes a todos aquellos que muy entusiasmados con la producción cultural creen llegar de buenas a primeras al colectivismo comunal pues aclaran que este trance sólo fue posible en la comunidad primitiva y actualmente los altos índices de población y el acceso restringido a los recursos hacen poco probable alcanzar la utopía de la comunidad que procuce para sí misma un bien o producto. Anotación que obliga sin duda a pensar qué tanto urge acercarnos a las colectividades pequeñas que han sobrevivido para aprenderles, pero ése es otro afán.
Quiero decir, cuando se forma parte un sistema que le parte el lomo a su gente cada día para tomar vigor y hacer predominar formas de vida hegemónicas, de las que siempre termino quejándome en este blog (el cochecito, la casa, el condominio, la cuenta en el banco, el ascenso laboral, el mejor sueldo) queda la responsabilidad de gestionar actividades que involucren al mayor número de banda posible con la única intención , anónima por favor, de encaminarla hacia un estado crítico de su realidad. ¿Por qué? Porque desde la megamarcha más organizada hasta el contingente más pitero, tienen todas las de perder si se estanca su petición en la queja y la incomodidad comodina.
No desmerezco ningún intento de sacudir a los de arriba con plantones y huelgas de hambre, pero si éstas fueran suficientes para tumbar a los bien-pendejos que detentan el poder en el país ¿no crees que ya empezaríamos a ver resultados?
La historia caudilla nos dice en su silencio a gritos que las movilizaciones populares vieron enterrados a cada uno de sus líderes dejando deudas revolucionarias por todas partes porque los cincuenta o setenta o mil quinientas personas que “simpatizaban con el movimiento” no aprendieron a caminar solas, sin comandante o vocero. Villa y Zapata, Obregón y Carranza -lo mismo da- en algún momento se sentaron en el pútrido trono presidencial y más tarde fueron asesinados.
Que la marcha y el mitin pro-versus-algo sea la forma pero jamás el fondo, pues de otra manera el poder ahí está, compuesto por la terrible dicotomía del que reclama y el que acepta o no la demanda, del amo y tristemente, del esclavo.
No sé. Colabora con tus más cercanos, la verdad es que hasta la letrina de la pulcata es considerada una obra de arte, en ese sentido no hay nada que puedas perder. Modifica un poco tu consumo a las industrias culturales del mainstream; sé que es duro pero nada ayuda en estos momentos que pases el día mamando música fantocha y producciones audiovisuales que no conectan con la realidad del país.
Se necesitan talleres que revienten en la jeta de Elba Esther su fracaso educativo, ya estamos pensando en algunos, pregunta. Se necesitan computadoras viejas, espacios creativos seguros, a final de cuentas a nosotros ya nos cargó la chingada, pero hay niños y quizá sean ellos nuestra prioridad ahora que nuestros ancianos mueren.
Ya de paso échale un lente a las publicaciones en línea o impresas que abordan el tema del trabajo en equipo. Alberto Híjar tiene uno muy facilito, titulado Talleres, frentes y coaliciones, que por cierto aborda el trabajo de más vatos locos como el No-grupo y puede darte ideas, pues la inspiración –lamento defraudarte- no la vas a encontrar en este blog, ni en tuiter, ni en las marchas que a lo mucho te dejarán ronco una tarde con la sensación de haber hecho algo.
Genera códigos y posturas éticas que sean claras, sin importar el cinismo de su endogamia, es decir, si has decidido aguardar un poco más el camino de la insurgencia y todavía más valiente has decidido desencantarte de la tragedia revolucionaria, entonces prepárate y prepara a los tuyos porque el bombazo que viene…
Y feliz cumpleaños al CLETA que mañana cumple 38 años trabajando de esta forma.