a la sombra
las hormigas trabajan sin descanso
siempre espero
que el hombre por ser humano sepa
estamos llamados a más, siempre a más
y si hemos de sostener en su imperfección la tierra
con manos dignas
habrá de trabajarse
el hormiguero
sólo imagina, y acertarás
guardamos todavía promesas
libertad y democracia, sin límite
de espiritu, si esta muerte
voraz con cuerpos y mentes, se traga la vida
pasado el tiempo y la espera de estos días
vendrá la respuesta que se germina
desde las palabras
la realidad se encuentra en ese punto insostenible
y aún hay quienes nos damos el lujo de soñar
por eso escucho y leo, buscando sueños
espero escuchar y leer, hacer
te comparto y sueño: hacer posible lo imposible
martes, 29 de junio de 2010
miércoles, 23 de junio de 2010
Nauh campa
Quedaba su cuerpo, tirado en la valle y desnudo. Lucía llena de huecos, como si la hubiesen saqueado, reposaba quieta. Era cierto, horas antes se habían marchado los últimos viajeros nuevamente hacia Cuatro caminos, con las manos llenas de gemas en ese azul preciso.
Aquella tarde llovió como nunca en la ciudad, Doña Cleo cerró las ventanas y se mojó las manos. Los perros anduvieron flotando un rato en los charcos porque no hubo nadie que los metiera, la anciana había preferido esperar a Lucía para no mojarse.
Contaban que a esa mujer la habían expulsado del infierno, y cuando eso pasó era de noche, en el trayecto de la vida a la muerte. Debía correr hasta el volcán del perote, entregando su luz a los hombres que tenían deberes nocturnos si el día no les daba abasto. Ésa era su pena, ése era su canto.
A la mañana siguiente trasladarían los restos del monolito al museo nacional, los vecinos de Azcapotzalco, Chapultepec y Naucalpan, habían mandado firmas y peticiones para conservar aquella piedra. -Pero los del Centro desde siempre hacen su puta gana, se quejaba Cleotilde. Y ni que le mintieran que los pedazos de jade serían guardados por el instituto. El despojo de esa noche quedaría impune, como tantos.
Lucía confiada, nunca se atrevió a dudar de los citadinos, pensaba que la ciudad tenía su encanto guardando tanto loco. Quizá era una provocadora y siempre quiso quedar muy bien con las prostitutas y los hombres que laceraban sus cuerpos recostados sobre vidrios en la Línea 2. Desde Portales hasta la terminal, sacaba la cámara y hacía sus retratos callejeros.
Puso a la lluvia como pretexto para quedarse en el trabajo hasta tarde. Mientras escribiría a las autoridades su desacuerdo con el instituto. Lo único que le inquietaba era el consejo de su hermana sobre no mojar demasiado a los perros. Pero pensaba que una tormenta de ese tamaño le acomodaría los pensamientos hasta a los animales.
Serían casi las once cuando apagó el monitor y se puso el suéter para salir. Apagó las luces y se fue caminando hacia Tlalpan para tomar el metro. Sintió frío de todas formas porque el asfalto seguía húmedo, incluso el cuerpo desprendía algo de vaho, entre las luces de los autos que avanzaban sobre la avenida y los reflejos en la cara formados desde los rastros de agua.
Avanzó tanto como pudo desde la salida, como pedía la encomienda. Cuando no tuvo más luz, cuentan que su cuerpo echó raíces en aquel valle. Permanecía recostada y vista desde arriba, su cuerpo simulaba estar de pie, con la frente apuntando al norte y la mano izquierda cubriendo el sexo. A su alrededor quedaron cuatro cráneos que explicaban a los hombres hacía dónde podrían ir incluso a oscuras porque sus ojos eran azules y brillaban.Mientras amanecía, llamaron a la puerta y Doña Cleo salió a abrir con dolor en las manos a causa de una artritis mal cuidada que empeoraba en verano con las lluvias. Notó que Lucía no había dormido ahí porque los perros temblaban en el pasillo.
Le notificaron que encontraron un cuerpo cerca de Cuatro caminos y debería reconocerlo. Los responsables se habían dado a la fuga y el trámite no podía tardar mucho porque ese día iban a trasladar el monolito. Sospechaban de los mismos que robaron las gemas y dejaron los cráneos con las cuencas de los ojos vacíos. Lucía la huella y su ciudad, a ciegas.
domingo, 20 de junio de 2010
Retrato al medio día
Jesús Olmos González, hijo de Eusebio y Loreto, nació el 23 de diciembre de 1921. Recuerda haber sido un muchacho simple, de barrio -aunque siempre bien boleado-, herrero de oficio. Cuenta que fue un joven tímido hasta juntarse con su cotorra. Se casó con Dolores cuando ella tenía unos quince años mientras él tenía veinticinco. Tuvieron ocho hijos, siente varones y Lola, la única niña. La familia que formó desde entonces se asentó en la colonia Moctezuma y más tarde en Ciudad Netzahualcoyotl.
sábado, 19 de junio de 2010
La importancia del cine en América Latina
A continuación presento una ponencia dictada por Carlos Monsiváis, en el espacio magistral El cine iberoamericano en la construcción de nuestro imaginario sentimental, celebrado el 3 de octubre de 2008 en el Centro Nacional de las Artes. Desconozco si las notas leídas por Monsiváis en aquel encuentro fueron publicadas en alguna parte, no lo creo.
***
-La pregunta sería hasta qué punto la cinematografías nacionales y la cinematografía de Estados Unidos inventaron a los países latinoamericanos; cómo Hollywood inventó una versión de los Estados Unidos, el imaginario como una maquila.
Pienso que es muy sustentable la tésis porque en cada uno de los países se fomenta la comicidad; acaba de citar Román (Gubern) a Luis Sandrini y nunca he podido reírme con una película de Sandrini, lo atribuyo a mi fervor por Borges, a quien no le gustaba Luis Sandrini, pero también lo atribuyo al hecho de que eran estilos de comicidad estrictamente locales.
Sin embargo Cantinflas supera todo eso. Cantinflas no es un gran cómico, pero es una innovación lingüística de primer orden. Descubre que el lenguaje es una gran trampa para que vayan apareciendo uno a uno los interlocutores, lo cual me parece que es una tarea fantástica.
¿Qué hace el cine? Afirma el nacionalismo y lo desdibuja hasta la caricatura. En Janitzio el cuerpo conocido de El indio Fernández ninguna chinampa lo habría resistido; se trata de una película de los indígenas estatuarios, como los senos de las mujeres, podían exhibirse si no se movían. La inmovilidad del busto era requisito para la desnudez.
Y viene bajando Pedro Armendáriz, en Soy puro mexicano, para combatir al eje, a un nazi, a un fascista italiano y a un japonés, entonces mientras baja se oyen los acordes del Himno Nacional y al oírlos —cosa que es difícil porque la música de los filmes no la oyen los personajes, la oyen los espectadores— los personajes temblaban. Me parece maravilloso como caricatura del nacionalismo.
Hay otro momento prodigioso en Mexicanos al grito de guerra: está Pedro Infante como soldado en Puebla, en la Batalla del 5 de mayo, en los fuertes de Loreto y Guadalupe, y no convence el ejército, no se convencen los soldados mexicanos de ganarle al invasor, y entonces Infante, que ve a su lado un paisaje de cadáveres, le pide a un músico que toque el Himno Nacional. Entonces se toca el Himno Nacional y los acordes de nuestra máxima enseña pautada comienzan a revivir. Reviven y reviven los soldados, por supuesto ganan la batalla. Zaragoza, que había estado escondido, surge, enseña sus anteojos y ya la victoria. Creo que es difícil de superar ese momento de nacionalismo.
Se trata de un cine que en toda América Latina va del moralismo al escepticismo profundo y concentra notable información sobre las creencias de varias épocas depositados en distintos films. Desde luego el cine argentino se especializa en el melodrama, pero de algún modo es un melodrama -aún con Gardel- con límites; cuando llega el melodrama mexicano, la carencia de límites lo vuelve inolvidable.
Hay modos de vida, maneras de hablar que se vuelven de la sociedad, pero que antes de las películas no estaban. Prejuicios como voceros de la moral y buenas costumbres; nociones de lo bello y lo vulgar; aproximaciones a lo sexual hasta donde permite la censura, desde siempre exigente.
Por ejemplo, las rumberas no podían enseñar el ombligo porque según se decía en el ombligo había un pequeño hoyo por donde podía entrar el pecado. No se podían ver perros famélicos; y ése es uno de los obstáculos que tiene Buñuel cuando filma Los olvidados.
Había un censor que decía qué era lo propiamente mexicano y qué no. Un perro hambriento no era propiamente mexicano, un niño descalzo era un insulto a la industria del calzado en Guanajuato. Todo esto tenía su razón de ser. La parte del cine mexicano que no advierto ni en el cine brasileño, ni en el cine argentino, es el anticlericalismo que se filtra no desde luego agrediendo a la figura de los sacerdotes, sino a las beatas, las más satirizadas y burladas; y objetos de burla son las beatas —como dicen en las películas- las ratas de sacristía. En ese sentido la gran película anticlerical mexicana es una adaptación me parece que muy válida de Pérez Galdós: Doña perfecta.
Hay en el cine latinoamericano desarrollos del turismo interno. Se promueven los paisajes que puedan ser bellísimos para que los espectadores tengan ganas de ir a los lugares o tengan ganas de ver los sitios en donde se vive de otra manera. Es un turismo interno de la lejanía y un turismo de la contigüidad.
Surge la cultura popular ya integrada con la canción. El sentido del humor viene, se implanta ahí. La tradición se ve como algo inamovible que se está deshaciendo, es la pulverización de lo que se pensaba que no tenía forma de cambiar.
El melodrama viene a ser una escuela de conducta familiar que alimenta las conversaciones de varias generaciones de familias. Hablar sin sufrir era no comunicarse con sus semejantes o con sus consanguíneos, la memoria de la familia es una memoria del ejercicio melodramático: "si llegas después de las 10 de la noche ya no me encontrarás". No era cierto, pero si no se decía así no tenía caso despedirse, así sucesivamente.
Pienso en el melodrama porque el cine de humor no ha sido particularmente gracioso en América Latina, o bien no tiene muestras destacadas porque depende de los cómicos. El cine de humor es un cine centrado en el cómico y no en las situaciones; nada parecido a lo que podría dirigir George Clifford o a una película como Bringing up baby, con Cary Grant y Katherine Hepburn.
Las comedias que se filman en Latinoamérica se justifican porque hay diez canciones, un chiste que se va volviendo una institución. Es un caso. Por ejemplo, en las comedias de Pedro Infante se hace el chiste, se continúa el chiste y se termina el chiste, al final uno cree que está viendo las estatuas del Paseo de la Reforma y no el mismo chiste multiplicado. También hay otros datos: el azoro ante los poderes tecnológicos porque están en todo el mundo. Los espectadores en el Salón Rojo en 1912, que cuando ven venir hacia ellos la locomotora se esconden debajo de sus asientos o buscan protección, buscan rentar la protección divina; o el momento en la Convención de Aguascalientes, cuando pasan una película donde aparecen los soldados del ejército de Carranza —lo cuenta muy bien Martín Luis Guzmán— entonces varios de los villistas asistentes disparan sobre la pantalla y matan a un señor que estaba del otro lado, quien no era carrancista...
La conquista de la credibilidad y la credulidad del público atraviesa por la idealización de la provincia, que en ese momento se está despoblando; la satanización y la sacralización de lo urbano al mismo tiempo. La exaltación del machismo es necesaria para que los espectadores tengan un modelo de comportamiento a partir de los gestos; porque antes del machismo cinematográfico cada quien era macho a su manera y eso creaba una diversidad gestual inconcebible.
En cambio, ya con Pedro Armendáriz se sabe que ése es el modelo. Alguien que no es macho como Pedro Armendáriz tiene que cantar bien para ser macho como Jorge Negrete. Hay un establecimiento de la moral pública ya urbana, fruto de la operación de la censura a cargo del Estado, la Iglesia —entonces sólo la católica— y los representantes oficiosos de la familia; pero nunca hay una censura como la franquista. Cuando uno ve lo que fue el cine de los años franquistas se siente liberado de la responsabilidad de un pasado de rodillas.
Y hay sobre todo lo que parece más importante en el cine latinoamericano: la formación de una idea de conjunto del país. Antes había ideas fragmentarias confinadas a los resultados de la historia, y el aprendizaje de la historia en la educación elemental y las leyes. Antes del cine no existía el México que va surgiendo, la nación. No existían la selección de los paisajes, el habla campesina y el habla urbana. Todavía en los años treinta se hablaba con faltas de ortografía oral. Ya después la censura interviene para que no se vuelva a decir haiga, truje, nadien.
También se dan los arquetipos y los estereotipos que estaban sólo al alcance de los lectores. Para el periodo de Vasconcelos como Secretario de Educación, en una campaña de alfabetización legendaria, se alfabetizaron 300 mil personas lo cual enfatizó también la variedad y la convicción al hablar.
El sonido y la galería fisonómica del país antes del cine eran un enigma o una sucesión de adivinanzas. Por lo que se quiera, antes del cine sonoro en México los únicos espejos masivos a la disposición son el desfile de hechos sangrientos, el grabado popular como el de José Guadalupe Posada o la sucesión de escenas típicas de un golpe.
El cine propone lo típico, lo estereotípico y lo arquetípico, y la sociedad le acepta la mayoría de esas propuestas. Muchas gracias.
***-La pregunta sería hasta qué punto la cinematografías nacionales y la cinematografía de Estados Unidos inventaron a los países latinoamericanos; cómo Hollywood inventó una versión de los Estados Unidos, el imaginario como una maquila.
Pienso que es muy sustentable la tésis porque en cada uno de los países se fomenta la comicidad; acaba de citar Román (Gubern) a Luis Sandrini y nunca he podido reírme con una película de Sandrini, lo atribuyo a mi fervor por Borges, a quien no le gustaba Luis Sandrini, pero también lo atribuyo al hecho de que eran estilos de comicidad estrictamente locales.
Sin embargo Cantinflas supera todo eso. Cantinflas no es un gran cómico, pero es una innovación lingüística de primer orden. Descubre que el lenguaje es una gran trampa para que vayan apareciendo uno a uno los interlocutores, lo cual me parece que es una tarea fantástica.
¿Qué hace el cine? Afirma el nacionalismo y lo desdibuja hasta la caricatura. En Janitzio el cuerpo conocido de El indio Fernández ninguna chinampa lo habría resistido; se trata de una película de los indígenas estatuarios, como los senos de las mujeres, podían exhibirse si no se movían. La inmovilidad del busto era requisito para la desnudez.
Y viene bajando Pedro Armendáriz, en Soy puro mexicano, para combatir al eje, a un nazi, a un fascista italiano y a un japonés, entonces mientras baja se oyen los acordes del Himno Nacional y al oírlos —cosa que es difícil porque la música de los filmes no la oyen los personajes, la oyen los espectadores— los personajes temblaban. Me parece maravilloso como caricatura del nacionalismo.
Hay otro momento prodigioso en Mexicanos al grito de guerra: está Pedro Infante como soldado en Puebla, en la Batalla del 5 de mayo, en los fuertes de Loreto y Guadalupe, y no convence el ejército, no se convencen los soldados mexicanos de ganarle al invasor, y entonces Infante, que ve a su lado un paisaje de cadáveres, le pide a un músico que toque el Himno Nacional. Entonces se toca el Himno Nacional y los acordes de nuestra máxima enseña pautada comienzan a revivir. Reviven y reviven los soldados, por supuesto ganan la batalla. Zaragoza, que había estado escondido, surge, enseña sus anteojos y ya la victoria. Creo que es difícil de superar ese momento de nacionalismo.
Se trata de un cine que en toda América Latina va del moralismo al escepticismo profundo y concentra notable información sobre las creencias de varias épocas depositados en distintos films. Desde luego el cine argentino se especializa en el melodrama, pero de algún modo es un melodrama -aún con Gardel- con límites; cuando llega el melodrama mexicano, la carencia de límites lo vuelve inolvidable.
Hay modos de vida, maneras de hablar que se vuelven de la sociedad, pero que antes de las películas no estaban. Prejuicios como voceros de la moral y buenas costumbres; nociones de lo bello y lo vulgar; aproximaciones a lo sexual hasta donde permite la censura, desde siempre exigente.
Por ejemplo, las rumberas no podían enseñar el ombligo porque según se decía en el ombligo había un pequeño hoyo por donde podía entrar el pecado. No se podían ver perros famélicos; y ése es uno de los obstáculos que tiene Buñuel cuando filma Los olvidados.
Había un censor que decía qué era lo propiamente mexicano y qué no. Un perro hambriento no era propiamente mexicano, un niño descalzo era un insulto a la industria del calzado en Guanajuato. Todo esto tenía su razón de ser. La parte del cine mexicano que no advierto ni en el cine brasileño, ni en el cine argentino, es el anticlericalismo que se filtra no desde luego agrediendo a la figura de los sacerdotes, sino a las beatas, las más satirizadas y burladas; y objetos de burla son las beatas —como dicen en las películas- las ratas de sacristía. En ese sentido la gran película anticlerical mexicana es una adaptación me parece que muy válida de Pérez Galdós: Doña perfecta.
Hay en el cine latinoamericano desarrollos del turismo interno. Se promueven los paisajes que puedan ser bellísimos para que los espectadores tengan ganas de ir a los lugares o tengan ganas de ver los sitios en donde se vive de otra manera. Es un turismo interno de la lejanía y un turismo de la contigüidad.
Surge la cultura popular ya integrada con la canción. El sentido del humor viene, se implanta ahí. La tradición se ve como algo inamovible que se está deshaciendo, es la pulverización de lo que se pensaba que no tenía forma de cambiar.
El melodrama viene a ser una escuela de conducta familiar que alimenta las conversaciones de varias generaciones de familias. Hablar sin sufrir era no comunicarse con sus semejantes o con sus consanguíneos, la memoria de la familia es una memoria del ejercicio melodramático: "si llegas después de las 10 de la noche ya no me encontrarás". No era cierto, pero si no se decía así no tenía caso despedirse, así sucesivamente.
Pienso en el melodrama porque el cine de humor no ha sido particularmente gracioso en América Latina, o bien no tiene muestras destacadas porque depende de los cómicos. El cine de humor es un cine centrado en el cómico y no en las situaciones; nada parecido a lo que podría dirigir George Clifford o a una película como Bringing up baby, con Cary Grant y Katherine Hepburn.
Las comedias que se filman en Latinoamérica se justifican porque hay diez canciones, un chiste que se va volviendo una institución. Es un caso. Por ejemplo, en las comedias de Pedro Infante se hace el chiste, se continúa el chiste y se termina el chiste, al final uno cree que está viendo las estatuas del Paseo de la Reforma y no el mismo chiste multiplicado. También hay otros datos: el azoro ante los poderes tecnológicos porque están en todo el mundo. Los espectadores en el Salón Rojo en 1912, que cuando ven venir hacia ellos la locomotora se esconden debajo de sus asientos o buscan protección, buscan rentar la protección divina; o el momento en la Convención de Aguascalientes, cuando pasan una película donde aparecen los soldados del ejército de Carranza —lo cuenta muy bien Martín Luis Guzmán— entonces varios de los villistas asistentes disparan sobre la pantalla y matan a un señor que estaba del otro lado, quien no era carrancista...
La conquista de la credibilidad y la credulidad del público atraviesa por la idealización de la provincia, que en ese momento se está despoblando; la satanización y la sacralización de lo urbano al mismo tiempo. La exaltación del machismo es necesaria para que los espectadores tengan un modelo de comportamiento a partir de los gestos; porque antes del machismo cinematográfico cada quien era macho a su manera y eso creaba una diversidad gestual inconcebible.
En cambio, ya con Pedro Armendáriz se sabe que ése es el modelo. Alguien que no es macho como Pedro Armendáriz tiene que cantar bien para ser macho como Jorge Negrete. Hay un establecimiento de la moral pública ya urbana, fruto de la operación de la censura a cargo del Estado, la Iglesia —entonces sólo la católica— y los representantes oficiosos de la familia; pero nunca hay una censura como la franquista. Cuando uno ve lo que fue el cine de los años franquistas se siente liberado de la responsabilidad de un pasado de rodillas.
Y hay sobre todo lo que parece más importante en el cine latinoamericano: la formación de una idea de conjunto del país. Antes había ideas fragmentarias confinadas a los resultados de la historia, y el aprendizaje de la historia en la educación elemental y las leyes. Antes del cine no existía el México que va surgiendo, la nación. No existían la selección de los paisajes, el habla campesina y el habla urbana. Todavía en los años treinta se hablaba con faltas de ortografía oral. Ya después la censura interviene para que no se vuelva a decir haiga, truje, nadien.
También se dan los arquetipos y los estereotipos que estaban sólo al alcance de los lectores. Para el periodo de Vasconcelos como Secretario de Educación, en una campaña de alfabetización legendaria, se alfabetizaron 300 mil personas lo cual enfatizó también la variedad y la convicción al hablar.
El sonido y la galería fisonómica del país antes del cine eran un enigma o una sucesión de adivinanzas. Por lo que se quiera, antes del cine sonoro en México los únicos espejos masivos a la disposición son el desfile de hechos sangrientos, el grabado popular como el de José Guadalupe Posada o la sucesión de escenas típicas de un golpe.
El cine propone lo típico, lo estereotípico y lo arquetípico, y la sociedad le acepta la mayoría de esas propuestas. Muchas gracias.
Edición y estilo de Lucía Miranda.
viernes, 18 de junio de 2010
El viaje del elefante
El pasado es un inmenso pedregal que a muchos les gustaría recorrer como si de una autopista se tratara,
mientras otros, pacientemente, van de piedra en piedra
porque necesitan saber qué hay debajo de ellas.
JOSÉ SARAMAGO
mientras otros, pacientemente, van de piedra en piedra
porque necesitan saber qué hay debajo de ellas.
JOSÉ SARAMAGO
martes, 15 de junio de 2010
Sin ficción no hay realidad
Hace un par de años caí en una profunda depresión de la cual me obligué a salir a punta de desarraigos. Recuerdo aquella temporada como la más confusa en veintidós años, entonces me dio por alejarme de las compañías y lugares confortables que conocía. Si la memoria no falla me dediqué a vagar por varios barrios del Distrito Federal acompañando a gente desconocida en una declarada manifestación de valemadrismo. Farras, borracheras, desvelos, rumbos perdidos.
No dudo estar exagerando cuando digo que aquello eran días de Sodoma, pero sí creo haber cumplido dos décadas de vida con la sensación de no haber hecho nada de mí y conmigo.
Entonces me desenvolvía en un círculo bastante adulto, todo el tiempo rodeada de periodistas y críticos cinematográficos. Era gracioso ser la consentida siempre, tenía a mi alcance un mundo envidiado por conocidos de mi edad, pláticas intelectuales consumidas al vapor del vino tinto del domingo; comilonas dispuestas exclusivamente para organizar suplementos editoriales que nunca vieron luz ni fueron concretados; extensas charlas sobre arquitectos, literatos, o artistas plásticos.
Nunca pude reducir aquella iniciación a payasadas porque todas las referencias venían de personas cuyos orígenes se revelaban terriblemente violentos a nivel emocional; tampoco me aburría, porque en todo aquello visualizaba momentos dignos para aprender de qué estaba hecha la vida.
Duró poco. Cuando ninguno de quienes formábamos ese círculo se dio cuenta, ya estábamos desintegrados, cargando cada uno con dolores e impotencias compartidas y ajenas. Me curtí bien, sólo eso.
Después vino la soledad y decisiones fugaces. Ingenuamente me sentía dueña de una visión que nadie más tendría (por lo menos a mis años), no creo haber fanfarroneado al respecto, más bien creía que si algo no emanaba del conocimiento y razonamiento de las grandes causas seguramente era más atractivo. De esa ensalada de escapes también me serví con la cuchara grande…
Recuerdo que una noche terminé en la Roma, bastante ebria, canturreando el son de La bruja (mote que hasta la fecha conservo) llorando, casi sin poder mantenerme en pie, colgada del hombro de Struck, acompañante mío un par de meses.
Me trajo a casa y serían las siete de la mañana de un sábado. Aunque hubiera querido dormir con él, no había suficiente tiempo porque yo debía presentarme en la universidad a las nueve en punto para asistir a clase de cine.
Tomé un baño, eso sí. A Struck lo dejé tirado en la sala para que descansara un poco. Con las primeras luces del día y la borrachera todavía puesta, dejamos mi departamento y nos movimos en metrobús al sur de la ciudad. En el trayecto nos tumbamos en el piso, en la parte trasera del camión; nos recargamos hombro a hombro e intentamos conciliar el sueño en medio de esa maldita alarma del transporte que deja sordo al más cristiano.
Ya no traíamos dinero. Nada, ni un quinto. Struck me despidió en la universidad con un beso simple y dijo que seguro conseguiría aventón en el siguiente camión, rumbo a su casa. –Cáele cuando salgas de clase, me dijo y se fue.
Unas horas después sonó mi celular, era él. Estaba francamente cagado de risa porque se había dormido en el camión y llegó hasta Tasqueña; debió pedir nuevamente aventón para llegar a su departamento en Calzada del Hueso. Volvió a recordarme que me esperaba. En tanto me libré del profesor y su clase pagana me fui para allá.
Llegué a dormir. A eso de las cinco me despertó sobresaltado, diciéndome que había tenido un sueño del cual necesitaba hablarme.
Resulta que en el segundo trayecto, de Acoxpa a su casa, se encontró con una anciana –parecida a una bruja- dedicada a pasearse por la ruta para cambiar papeles de la buena fortuna a cambio de monedas. Le había ofrecido a Struck un cartoncito con el mensaje que cambiaría el transcurso de sus días, pero él no traía dinero. De mala gana la vieja le había dejado el cartón, molesta, repitiéndole con voz ronca sin ficción no hay realidad.
Struck hablaba confiado en su anécdota, como quien cuenta la verdad y sólo eso. Me decía que había soñado con aquella mujer murmurándole entre humo sin ficción no hay realidad. Sin ficción no hay realidad.
Sacó el cartón de su pantalón y me lo dio, traía escrita la frase del sueño. -Para que recuerdes a otra bruja -dijo- me dio la espalda y fingió quedarse dormido de nuevo.
En la noche nos fuimos de fiesta, intenté regresar temprano a casa. En el transbordo de Pino Suárez recibí un mensaje al celular el cual decía: ándate con cuidado porque es noche, no te pierdas en la realidad que más vale un buen cuento de ficción. Era del número de Struck.
Sonreí y seguí mi camino.
Ya en casa caí rendida, por fin podría recuperarme un poco. Dormí, embriagada de las cosas que aún hoy carecen de nombre, en mi vida de veintitrés, con mis puntadas y reveses.
El domingo tendí la cama y al mover las almohadas encontré debajo un libro empaquetado. Se trataba de Crónicas marcianas, de Ray Bradbury. Lo abrí y leí en la primera página la dedicatoria que Struck había dejado, desde ese fin de semana hasta ahora en mi lógica y sentido: para Lucía, con el cariño cierto de la ciencia ficción y las historias reales, a su tiempo verdaderas.
No dudo estar exagerando cuando digo que aquello eran días de Sodoma, pero sí creo haber cumplido dos décadas de vida con la sensación de no haber hecho nada de mí y conmigo.
Entonces me desenvolvía en un círculo bastante adulto, todo el tiempo rodeada de periodistas y críticos cinematográficos. Era gracioso ser la consentida siempre, tenía a mi alcance un mundo envidiado por conocidos de mi edad, pláticas intelectuales consumidas al vapor del vino tinto del domingo; comilonas dispuestas exclusivamente para organizar suplementos editoriales que nunca vieron luz ni fueron concretados; extensas charlas sobre arquitectos, literatos, o artistas plásticos.
Nunca pude reducir aquella iniciación a payasadas porque todas las referencias venían de personas cuyos orígenes se revelaban terriblemente violentos a nivel emocional; tampoco me aburría, porque en todo aquello visualizaba momentos dignos para aprender de qué estaba hecha la vida.
Duró poco. Cuando ninguno de quienes formábamos ese círculo se dio cuenta, ya estábamos desintegrados, cargando cada uno con dolores e impotencias compartidas y ajenas. Me curtí bien, sólo eso.
Después vino la soledad y decisiones fugaces. Ingenuamente me sentía dueña de una visión que nadie más tendría (por lo menos a mis años), no creo haber fanfarroneado al respecto, más bien creía que si algo no emanaba del conocimiento y razonamiento de las grandes causas seguramente era más atractivo. De esa ensalada de escapes también me serví con la cuchara grande…
Recuerdo que una noche terminé en la Roma, bastante ebria, canturreando el son de La bruja (mote que hasta la fecha conservo) llorando, casi sin poder mantenerme en pie, colgada del hombro de Struck, acompañante mío un par de meses.
Me trajo a casa y serían las siete de la mañana de un sábado. Aunque hubiera querido dormir con él, no había suficiente tiempo porque yo debía presentarme en la universidad a las nueve en punto para asistir a clase de cine.
Tomé un baño, eso sí. A Struck lo dejé tirado en la sala para que descansara un poco. Con las primeras luces del día y la borrachera todavía puesta, dejamos mi departamento y nos movimos en metrobús al sur de la ciudad. En el trayecto nos tumbamos en el piso, en la parte trasera del camión; nos recargamos hombro a hombro e intentamos conciliar el sueño en medio de esa maldita alarma del transporte que deja sordo al más cristiano.
Ya no traíamos dinero. Nada, ni un quinto. Struck me despidió en la universidad con un beso simple y dijo que seguro conseguiría aventón en el siguiente camión, rumbo a su casa. –Cáele cuando salgas de clase, me dijo y se fue.
Unas horas después sonó mi celular, era él. Estaba francamente cagado de risa porque se había dormido en el camión y llegó hasta Tasqueña; debió pedir nuevamente aventón para llegar a su departamento en Calzada del Hueso. Volvió a recordarme que me esperaba. En tanto me libré del profesor y su clase pagana me fui para allá.
Llegué a dormir. A eso de las cinco me despertó sobresaltado, diciéndome que había tenido un sueño del cual necesitaba hablarme.
Resulta que en el segundo trayecto, de Acoxpa a su casa, se encontró con una anciana –parecida a una bruja- dedicada a pasearse por la ruta para cambiar papeles de la buena fortuna a cambio de monedas. Le había ofrecido a Struck un cartoncito con el mensaje que cambiaría el transcurso de sus días, pero él no traía dinero. De mala gana la vieja le había dejado el cartón, molesta, repitiéndole con voz ronca sin ficción no hay realidad.
Struck hablaba confiado en su anécdota, como quien cuenta la verdad y sólo eso. Me decía que había soñado con aquella mujer murmurándole entre humo sin ficción no hay realidad. Sin ficción no hay realidad.
Sacó el cartón de su pantalón y me lo dio, traía escrita la frase del sueño. -Para que recuerdes a otra bruja -dijo- me dio la espalda y fingió quedarse dormido de nuevo.
En la noche nos fuimos de fiesta, intenté regresar temprano a casa. En el transbordo de Pino Suárez recibí un mensaje al celular el cual decía: ándate con cuidado porque es noche, no te pierdas en la realidad que más vale un buen cuento de ficción. Era del número de Struck.
Sonreí y seguí mi camino.
Ya en casa caí rendida, por fin podría recuperarme un poco. Dormí, embriagada de las cosas que aún hoy carecen de nombre, en mi vida de veintitrés, con mis puntadas y reveses.
El domingo tendí la cama y al mover las almohadas encontré debajo un libro empaquetado. Se trataba de Crónicas marcianas, de Ray Bradbury. Lo abrí y leí en la primera página la dedicatoria que Struck había dejado, desde ese fin de semana hasta ahora en mi lógica y sentido: para Lucía, con el cariño cierto de la ciencia ficción y las historias reales, a su tiempo verdaderas.
Maiomai
La autonomía es un camino que se construye, reinterpreta y resignifica en el arraigo y el desarrollo de las culturas propias; se edifica sobre la reflexión y el ejercicio de los derechos colectivos, siendo la creación de un mundo al servicio de la vida uno de sus fundamentos, en contraposición a la lógica capitalista y de desarrollo, basada en la sobreexplotación de pueblos y recursos naturales.
FRAYBA
Cómo habré de mirarte ahora, que nos hemos encontrado.
lunes, 14 de junio de 2010
Sed
Ya brotan las primeras burbujas y estamos a punto del hervor; el gato acorralado se empieza a esponjar y se prepara para el ataque con toda su furia. Vamos a conspirar, compañeros. Que toda nuestra libertad, nuestra memoria, nuestro entendimiento, nuestros sueños, estén inundados por este deseo de liberación.
JUAN CASTRO
JUAN CASTRO
Esto fue lo que leí hace un rato, se trata de un fragmento tomado de la relatoría San Juan Copala, México: Perdimos pero vamos a regresar sin partidos políticos, fechada el 11 de junio.
El texto va firmado por la Red Unidos por los Derechos Humanos, me habría encantado reproducirlo en este blog por completo, sin embargo me quedo con las líneas citadas e invito a leer por acá
http://is.gd/cP59e
Sabia me ha parecido la crónica, sencilla la gracia de su lenguaje, obligada la reflexión sobre los actos humanitarios "pacíficos" y necesaria la apertura al debate sobre la ofensiva y el uso de la fuerza.
¡Pensadores del pueblo, uníos!
El texto va firmado por la Red Unidos por los Derechos Humanos, me habría encantado reproducirlo en este blog por completo, sin embargo me quedo con las líneas citadas e invito a leer por acá
http://is.gd/cP59e
Sabia me ha parecido la crónica, sencilla la gracia de su lenguaje, obligada la reflexión sobre los actos humanitarios "pacíficos" y necesaria la apertura al debate sobre la ofensiva y el uso de la fuerza.
¡Pensadores del pueblo, uníos!
domingo, 13 de junio de 2010
Big fresh
Si se desmoronaran los párpados y fuese posible vaciarse al cielo, la noche atravesaría el cuerpo de oído a oído dejando un breve secreto de viento y paz envuelta.
Sería simple ladrar el miedo, y aún más fácil dejarse caer en mejor lugar que un asiento de autobús. Incluso sería sencillo desprenderse en cada despedida simulando la volatilidad del gas.
Sobrarían en ese mar de nubes las palabras para enmudecer cualquier discordia porque las verdades lloverían irrefutables.
Sería simple ladrar el miedo, y aún más fácil dejarse caer en mejor lugar que un asiento de autobús. Incluso sería sencillo desprenderse en cada despedida simulando la volatilidad del gas.
Sobrarían en ese mar de nubes las palabras para enmudecer cualquier discordia porque las verdades lloverían irrefutables.
lunes, 7 de junio de 2010
Orionis
domingo, 6 de junio de 2010
5. Boca a boca
Sobradas las reflexiones de carácter semiótico, filológico o hermenéutico en esta bitácora, sencillamente porque son complejas y su estudio requiere mayores recursos, es casi seguro que se tiene a la mano la noción más básica del lenguaje a razón de ser éste exclusivo del género humano. Los más abusados han visto en lenguaje e historia aquellas construcciones que representan para el hombre la clara oportunidad para diferenciarse de los animales.
Con esta premisa me gustaría hacer una breve revisión sobre la oralidad en estos días. Carlos Montemayor plasmó en obras como El cuento indígena de tradición oral la función del relato mítico para hacer prevalecer a las comunidades a través del tiempo; es decir la necesidad de ciertas culturas de enunciarse exclusivamente en lo verbal.
Con esta premisa me gustaría hacer una breve revisión sobre la oralidad en estos días. Carlos Montemayor plasmó en obras como El cuento indígena de tradición oral la función del relato mítico para hacer prevalecer a las comunidades a través del tiempo; es decir la necesidad de ciertas culturas de enunciarse exclusivamente en lo verbal.
En el pasado era labor de sacerdotes, oradores o chamanes hacer entrega del conocimiento a los grupos que compartían entre sí costumbres, rituales y creencias. Sin embargo, dadas ciertas características del acto comunicativo oral, tales como la fugacidad e inmediatez, estas entregas debían encerrar aquellos valores cimentados desde el pasado del colectivo en aras de ser consultadas y aplicadas en el futuro, y aún más allá, ser portadoras de una atemporalidad extraordinaria. Esto puede verificarse en algunas expresiones conocidas como: “en tiempos de sequía”, equivalente a “en tiempos difíciles”; o “cuando cae el cielo” equivalente a decir "cuando llueve" o “cada verano".El fenómeno de la oralidad se revela inmediato, volátil y permanente, rapidez que perdura; resistencia cultural en el acto último del hombre: comunicarse.
La necesidad de atender minuciosamente los mecanismos de la tradición oral posibilitan que las enseñanzas de antaño se trasladen al mundo actual como argumentos listos para enfrentar los conflictos propios del desmoronamiento capitalista.
Sin embargo, es también indispensable la materialización de las ideas recogidas de las manifestaciones orales. Ésta puede llevarse a cabo echando mano de la tecnología, específicamente con ayuda de herramientas audiovisuales tales como el documental o la fotografía. La posibilidad de una materialización escrita también es plausible pero honestamente poco práctica en un mundo donde la proliferación de imágenes ha desbancado el hábito de lectura.
Veo en la construcción audiovisual un sano complemento para retratar aquello que nuestros ancianos van contando; iniciativas tomadas por algunos curiosos en México, como son el Festival de la Memoria –celebrado en Tepoztlán, Morelos-, la Muestra de Cine y Video Independiente Contra el Silencio Todas las Voces, o el Festival de Cine en el Campo, han demostrado que existe inquietud por parte de realizadores y sujetos en minoría para acercarse al medio y contar su-realidad.
Algunas complicaciones aparecen en tanto la brecha generacional existe pues para las generaciones más jóvenes no es necesario abrazar el conocimiento de los mayores, sin embargo, la propuesta de generar materiales audiovisuales, vehículos de la oralidad, abarca también un compromiso didáctico que haga notar a los más pequeños por qué es importante la permanencia de los suyos en el mundo.
Finalmente, la invitación para aquellos interesados en la manufactura de algún video o fotografía es una sola: guardar respeto por la mirada del otro; hacerla un solo alter (realizador-actor social) y desprender el juicio inútil de que los actores sólo están ahí para verse bien a cuadro. Todavía es tiempo donde muchos creen que las manifestaciones más viejas son fuente inagotable de cánones estéticos “étnicos” y nada más; se trata de resistir en la producción audiovisual con las culturas, no de lo contrario.
Veo en la construcción audiovisual un sano complemento para retratar aquello que nuestros ancianos van contando; iniciativas tomadas por algunos curiosos en México, como son el Festival de la Memoria –celebrado en Tepoztlán, Morelos-, la Muestra de Cine y Video Independiente Contra el Silencio Todas las Voces, o el Festival de Cine en el Campo, han demostrado que existe inquietud por parte de realizadores y sujetos en minoría para acercarse al medio y contar su-realidad.
Algunas complicaciones aparecen en tanto la brecha generacional existe pues para las generaciones más jóvenes no es necesario abrazar el conocimiento de los mayores, sin embargo, la propuesta de generar materiales audiovisuales, vehículos de la oralidad, abarca también un compromiso didáctico que haga notar a los más pequeños por qué es importante la permanencia de los suyos en el mundo.
Finalmente, la invitación para aquellos interesados en la manufactura de algún video o fotografía es una sola: guardar respeto por la mirada del otro; hacerla un solo alter (realizador-actor social) y desprender el juicio inútil de que los actores sólo están ahí para verse bien a cuadro. Todavía es tiempo donde muchos creen que las manifestaciones más viejas son fuente inagotable de cánones estéticos “étnicos” y nada más; se trata de resistir en la producción audiovisual con las culturas, no de lo contrario.
viernes, 4 de junio de 2010
El cuerpo no nos pertenece
Y es que repetidas veces he escrito en esta bitácora que tal descubrimiento queda expuesto como tal cuando no se dispone de otra cosa sino vacío. Por lo tanto, puede ser más pertinente re-descubrir(se) en afán de figuras, sólo eso. La condición geométrica del ser humano tiene la posibilidad de renunciar a sí mismo y trascender como una suma de posiciones físicas, (representaciones y momentos simbólicos en el espacio con variaciones temporales tremendamente proporcionadas).
Me explico. ¿El ser humano es materia orgánica y nada más? ¿Cabe la posibilidad de renunciar a este privilegio? Desde el punto de vista estructural, es posible. Una figura –el cuerpo- es la acumulación de estadios y repeticiones dancísticas (dionisiacas) y de esta manera puede captarse libre: sin niñez, sin vejez, sin reproducción sexual, sin muerte.
Por lo menos así lo ha concebido la danza Butoh, la poesía mordaz del cuerpo, el movimiento absurdo donde no pasa nada pero pasa todo.
Más allá de comprender esta expresión artística desde la linealidad y el momento histórico en el cual surge, vale la pena aprenderla como un camino digno de transitarse desde el cuerpo antes de la realidad, es decir, desde la célula-primordial convertida en feto que habita el útero.
La vida debajo del agua, sumergida, apostaron sus creadores, en la permanencia, ajuste y cambio que demanda el universo con la contención exacta de energía para lograrlo.
Parece lento sí, sin embargo a esa figura unitaria se suman fracciones constantes para lograr un crecimiento exponencial… proporción áurea ¡ni más, ni menos!
Bajo esta premisa fue creada en México 0.618, una compañía de danza butoh, dirigida por Jaime Razzo desde 2004. Sus trabajos se han inclinado a vislumbrar la que fuera premisa del maestro Kazuo Ohno: "si quieren comprenderse los cuerpos, estos deben aprender a caminar bajo el mar, en el lecho marino. Convertirse en polvo de polilla porque todas las huellas del universo se encuentran en las alas de una polilla."
Las colaboraciones de 0.618 con el mundo de la danza llaman la atención principalmente por estar orientadas a eventos nacionales genuinos tales como la realidad Muxe, de Juchitán Oaxaca, presentada en montajes como Huesos Rotos (2007).
El planteamiento continuo es: hay otros mundos -para muxes un botón- hay otras posibilidades, la conexión más profunda del cuerpo con la Tierra habita en el centro, célula cigota, a la altura del pubis –decían mis maestros- para siempre, en espiral, conectada al infinito.
Me explico. ¿El ser humano es materia orgánica y nada más? ¿Cabe la posibilidad de renunciar a este privilegio? Desde el punto de vista estructural, es posible. Una figura –el cuerpo- es la acumulación de estadios y repeticiones dancísticas (dionisiacas) y de esta manera puede captarse libre: sin niñez, sin vejez, sin reproducción sexual, sin muerte.
Por lo menos así lo ha concebido la danza Butoh, la poesía mordaz del cuerpo, el movimiento absurdo donde no pasa nada pero pasa todo.
Más allá de comprender esta expresión artística desde la linealidad y el momento histórico en el cual surge, vale la pena aprenderla como un camino digno de transitarse desde el cuerpo antes de la realidad, es decir, desde la célula-primordial convertida en feto que habita el útero.
La vida debajo del agua, sumergida, apostaron sus creadores, en la permanencia, ajuste y cambio que demanda el universo con la contención exacta de energía para lograrlo.
Parece lento sí, sin embargo a esa figura unitaria se suman fracciones constantes para lograr un crecimiento exponencial… proporción áurea ¡ni más, ni menos!
Bajo esta premisa fue creada en México 0.618, una compañía de danza butoh, dirigida por Jaime Razzo desde 2004. Sus trabajos se han inclinado a vislumbrar la que fuera premisa del maestro Kazuo Ohno: "si quieren comprenderse los cuerpos, estos deben aprender a caminar bajo el mar, en el lecho marino. Convertirse en polvo de polilla porque todas las huellas del universo se encuentran en las alas de una polilla."
Las colaboraciones de 0.618 con el mundo de la danza llaman la atención principalmente por estar orientadas a eventos nacionales genuinos tales como la realidad Muxe, de Juchitán Oaxaca, presentada en montajes como Huesos Rotos (2007).
El planteamiento continuo es: hay otros mundos -para muxes un botón- hay otras posibilidades, la conexión más profunda del cuerpo con la Tierra habita en el centro, célula cigota, a la altura del pubis –decían mis maestros- para siempre, en espiral, conectada al infinito.
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